ALQUIMIA, DEMONOLOGIA

Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim. Conelio Agripa, Parte II

No se puede negar, dice Thebet, que Agripa fuese iniciado en la más fina y execrable magia y que esto lo veían y sabían todos. Era tan diestro, que con sus manos gotosas y corvas agarraba tesoros que muchos valientes capitanes no podían ganar con el ruido de sus armas, ni el furor de los combates. Compuso el libro de la filosofía oculta censurada por los cristianos, por el cual fue echado de Flandes, donde no pudo jamás volver a entrar. Así es que tomó el camino de Italia, que emponzoñó de tal suerte, que muchas gentes de bien le persiguieron aún ; y no le quedó otro recurso que retirarse a Dole. Finalmente, fuese a Lyon, ya sin poder alguno, donde empleó todos los medios para poder vivir meneando lo mejor que podía la punta de su bastón; pero ganaba tan poco que murió en una mezquina buhardilla aborrecido de todo el mundo y detestado como un mágico maldito, porque continuamente llevaba en su compañía un diablo, bajo la figura de un perro negro.
Pablo J’ove añade, que estando cercano a la muerte y exhortándole a que se arrepintiese, quitó a aquel perro que era su demonio familiar, un collar guarnecido de clavos que formaban inscripciones nigrománticas, y le dijo: Vete, desdichada bestia, tú eres quien me has perdido, y que entonces el perro emprendió al momento la fuga hacia el río Saona, en el que se tiró de cabeza y no volvió a aparecer.
Wierio, que fue discípulo de Agripa, dice que, en efecto, este grande hombre apreciaba mucho a los perros y que constantemente se veían dos en su estudio, de los cuales el uno se llamaba señor y el otro señorita, y se supone que estos dos perros eran diablos disfrazados. Si Credillon, que quería tiernamente a estos animales, hubiese vivido en el siglo xvi, sus perros se lo habrían hecho pasar muy mal; y San Roque tiene a dicha estar en el calendario, que de otra manera también se hubiera tenido el suyo por demonio. En los buenos tiempos pasados era generalmente tenida por prueba cierta de ser uno brujo e íntimamente aliado con el diablo, el vivir retirado o mostrar afición a un animal cualquiera.
Es además un consuelo para los tontos, el poder rebajar o envilecer a un hombre a cuya altura no pueden llegar. En los siglos de la ignorancia y anterior al restablecimiento de las letras, dice el sabio Naudé, aquellos que se complacían en cultivarlas se reputaban Gramáticos y Herejes: los que penetraban más que los otros en las causas de la naturaleza, pasaban por irreligiosos; los que entendían la lengua hebrea, se tomaban por judíos y los que buscaban las matemáticas y las ciencias menos comunes, se sospechaba fuesen encantadores o mágicos (1).
Verdad es también que Agripa sentía curiosidad por las cosas extrañas. Gustábanle las paradojas, y su libro sobre la vanidad de las ciencias, que es su obra maestra, lo comprueba; pero él declama en este libro contra la magia y las artes supersticiosas. Dícese que ejercía la medicina empírica; Luisa de Saboya, madre de Francisco I, le nombró su médico y quiso también que fuese su astrólogo, a lo que se negó. Sin embargo, supónese que predijo al Condestable de Borbón sucesos contra la Francia: posible es que esta cabeza encerrase alguna dosis de extravagancia. Su obra de la filosofía oculta, le hizo acusar de magia y pasó un año en las prisiones de Bruselas, de las que le sacó el arzobispo de Colonia, que había aceptado la dedicatoria de este libro, en el que vio bien que el autor no .era brujo. Ha compuesto también un comentario, In artem brevem Raimondi Lullii..
Pero lo que más que otra cosa alguna lo hizo pasar por mágico es que veintisiete años después de su muerte, se le atribuyó un cuaderno de ceremonias mágicas y supersticiosas que se dio por el libro cuarto de su Filosofía oculta, y que no es otra cosa que una colección de fragmentos recogidos de Pedro, de Apoda, de Pictorio, de Tritemo y otros empíricos.
Probaríase también si fuese menester cuán lejano estaba Agripa del charlatanismo de los brujos recordando que en todo el tiempo que permaneció en Metz ejerciendo las funciones de Síndico o abogado general, se levantó enérgicamente contra la requisitoria de Nicolás Sabin, inquisidor de la fe que quería hacer quemar como a bruja a una joven paisana a quien absolvió Agripa, debiéndole su salva- ción.
“Agripa, dice Delancre, compuso tres libros algo voluminosos, de la magia demoníaca, pero confesó que jamás había tenido comercio alguno con el demonio, y que la magia y la brujería (menos los maleficios) consistían únicamente en algunos prestigios de que se vale el espíritu maligno para engañar a los ignorantes.” Delancre cuenta también de diverso modo que los otros la muerte de Agripa: “Este miserable, dice, fue tan cegado del diablo, a quien se había sometido, que aunque conoció muy bien su perfidia y artificios, no los pudo evitar estando tan enmarañado en las redes del diablo, que le llegó a persuadir que si quería dejarse matar, la muerte no tendría poder alguno sobre de él, y que le resucitaría y haría inmortal; lo que le sucedió al revés, porque habiéndose mandado Agripa cortar la cabeza, seguro de esta falsa experiencia, el diablo se mofó de él, y no quiso (pues tampoco no podía) volverle a la vida para dejarle medios de deplorar sus crímenes.”
Sin embargo, la opinión de que Agripa no es muerto, se ha esparcido en ciertas provincias, y ved ahí una anécdota que dará a conocer algunas ideas populares a las que dio lugar este gran mágico:
“llame acontecido una aventura tan extraña que os la voy a contar. Sabréis que ayer, cansado de la atención con que había leído un libro de prodigios, salí a paseo para desvanecer las ridículas impresiones de que estaba lleno mi espíritu. Internéme en un bosquecillo obscuro, por el que avancé cerca de un cuarto de hora. Percibí entonces un mango de escoba que venía a colocarse entre mis piernas, y sobre el que me encontré a horcajadas, y al momento advertí que volaba por el vacío del aire. No sé qué camino hice en esta cabalgadura; pero sé que me hallé sobre mis pies en medio de un desierto, donde no encontré ningún camino. Sin embargo, resolví penetrar y reconocer el sitio, pero me fue imposible ir contra el aire y mis esfuerzos me probaron que no podía pasar adelante.
“Finalmente, fatigado a lo sumo, caí sobre mis rodillas y lo que me admiró fue el haber pasado en un momento de mediodía a medianoche. Veía lucir las estrellas del cielo con un fuego azulado; la luna estaba en el lleno, pero mucho más pálida que de costumbre; eclipsóse tres veces y otras tantas traspasó su círculo; el viento estaba en calma, las fuentes enmudecidas, todos los animales no tenían otro movimiento que el necesario para temblar; el horror de tan profundo silencio reinaba por todas partes y por doquier parecía esperar la naturaleza una gran aventura.
“Mezclaba mi temor a aquel de que me parecía agitada la faz del horizonte, cuando a la luz de la luna vi salir de una caverna a un alto y venerable anciano vestido de blanco, su cara atezada, cejas velludas y levantadas, el ojo espantador y la barba echada por encima los hombros: llevaba en la cabeza un sombrero de verbena y en la espalda una cintura de heleño de mayo trenzado: sobre su corazón encima la ropa llevaba pegado un murciélago casi muerto, y alrededor del cuello una argolla sujetando siete diferentes piedras preciosas, cada una de las cuales llevaba el carácter del planeta que la dominaba.
“Vestido con este misterio, llevando en la mano izquierda un vaso triangular lleno de rosado y en la derecha una varilla de saúco en savia, herrado uno de sus extremos con una mezcla de todos los metales, besó el pie de su gruta, se descalzó, pronunció refunfuñando algunas palabras obscuras, y se acercó a reculones a una gran encina, a cuatro pasos de la cual formó tres círculos el uno dentro del otro. La naturaleza obedeciendo las órdenes del nigromántico, tomaba temblando las figuras que quería trazar, grabó los nombres de los espíritus que presidían el siglo, el año, la estación, el mes, el día y la hora, lo que hecho colocó su vaso en medio de los círculos, le descubrió, puso un cabo de la varilla entre sus dientes; recostóse con la cara hacia el oriente y se adormeció.
“En medio de su sueño percibí que caían en el vaso cinco granos de helecho, que tomó al despertarse, metiendo dos en sus orejas, uno en su boca, el otro dentro el agua y lanzó el quinto fuera de los círculos. Apenas salió de su mano, que ya le vi rodeado de un millón de animales de mal agüero. Tocó él con su varilla una lechuza, una zorra y un topo, que entraron en los círculos lanzando un formidable grito, les abrió el pecho con un cuchillo de cobre, luego les sacó el corazón que envolvió con tres hojas de laurel y que se tragó, haciendo en seguida largas fumigaciones. Mojó un guante de pergamino virgen en una palangana llena de rocío y sangre, púsose este guante en la mano derecha y después de cuatro o cinco aullidos terribles empezó las evoca- ciones.
“Casi no meneaba los labios, y sin embargo oí en su garganta un ruido igual a muchas voces mezcladas. Levantóse de tierra a la altura de un medio pie, y de cuando en cuando fijaba la vista en la uña del pulgar de su mano izquierda; tenía la cara inflamada y sufría mucho.
“Después de muchas horribles contorsiones, cayó gimiendo sobre sus rodillas, pero al momento que hubo articulado tres palabras de cierta oración, hecho más fuerte que un hombre, sufrió sin vacilar las violentas sacudidas de un horroroso viento que soplaba contra él. Este viento parecía destinado para hacerle salir de los tres círculos ; los que volvieron continuamente en su alrededor. Siguióse a este prodigio un granizo rojo como de sangre, y a este granizo sucedió un torrente de fuego acompañado de truenos.
“Una luz brillante disipó por fin estos meteoros, y en el centro se apareció un joven con la pierna derecha sobre una águila y la izquierda sobre un lince y quien dio al mágico tres botellas no sé de qué licor, presentándole el mágico tres cabellos, uno arrancado de la frente y los otros dos de las sienes, sacudióle la fantasma con un pequeño palo que traía, en la espalda, y luego desapareció todo.
“Volvió después el día e iba a ponerme en camino para llegar a mi población, cuando habiéndome reparado el brujo se me acercó y aunque andaba a paso lento, estaba junto a mí antes que le viese menear. Extendió sobre mí una mano tan fría, que la mía permaneció aterida por mucho tiempo; no abrió los ojos ni la boca y con este profundo silencio me condujo a través de ruinas, bajo las de un viejo castillo inhabitado, en que los siglos desde mil años ha que trabajaban para hundir los salones en las bodegas.
“Al momento que hubimos entrado: “Puedes alabarte, me dijo dirigiéndoseme, de haber contemplado cara a cara al brujo Agripa, cuya alma por (Metempsicosis) es la que en otro tiempo animaba al gran Zoroastres, príncipe de los Bactrianos.
” “Hace cerca de un siglo que he desaparecido de entre los hombres, y me conservo aquí por medio del oro potable, en una salud jamás interrumpida. Cada veinte años tomo una porcioncita de esta medicina universal que me rejuvenece y restituye a mi cuerpo lo que ha perdido de sus fuerzas. Si has observado las tres botellas que me ha entregado el rey de las salamandras, la primera está llena de él, la segunda contiene el polvo de proyección y la tercera el aceite de talco.
” “Además, me debes estar agradecido, pues que de entre todos los mortales, te he escogido para asistir a los misterios que solamente cada veinte años celebro.
” “Con mis hechizos envío, cuando me place, la esterilidad o la abundancia; yo promuevo las guerras, suscitándolas entre los genios que gobiernan los reinos; enseño a los pastores el padrenuestro del lobo; enseño a los adivinos el modo de volver el cedazo; hago correr los fuegos fatuos; exijo a las hadas a danzar a la luz de la luna; guío a los jugadores a buscar el trébol de cuatro hojas, bajo la horca; envío por la noche los espíritus fuera del cementerio, a pedir a sus herederos el cumplimiento de los votos que hicieron al tiempo de morir; hago encender a los ladrones candelas de gordura de ahorcado, para adormecer los huéspedes, mientras ejecutan el robo; doy el doblón volador, que cuando se emplea salta de nuevo a la faltriquera; regalo a los postillones los látigos que hacen ir y volver de Orleans a París en un día; hago poner de arriba a abajo en una casa por los duendes, las botellas, los vasos, los platos, sin que nadie lo vea y sin romperse nada; enseño a las viejas a curar las fiebres con palabras; despierto a las aldeanas la víspera de San Juan para que cojan su yerba en ayunas y sin hablar; enseño a las brujas a volverse lobos; ahogo a los que leen un libro mágico sin saberlo, haciéndome venir y no dándome nada, regresando pacíficamente de aquellos que me dan un zapato, un cabello o una paja; enseño a los nigrománticos a deshacerse de sus enemigos haciendo una figurilla de cera y punzándola o arrojándola al fuego para hacer sentir al original lo que hacen sentir a su imagen, enseño a los pastores a atar la agujeta el día de las bodas; hago sentir los golpes a las brujas con tal de que se las azote con un palo de saúco ; finalmente yo soy el diablo Vauvert, el judío errante, y el gran cazador del bosque de Fontainebleau…”
“Dichas estas palabras desapareció el mágico, los colores de los objetos se desvanecieron… y me encontré sobre mi cama temblando aún de miedo… Conociendo que toda esta larga visión sólo había sido un sueño…, que me había dormido leyendo un libro de negros prodigios y que un sueño me había hecho ver todo el cuento explicado.”

(1) Entiéndase todo esto que siempre hay y ha habido sus excepciones.

DEMONOLOGIA

Scox o Chax

Demonio, duque y marques de los infiernos que tiene la vos ronca, es embustero y se presenta en forma de cigüeña,

 

Manda 30 legiones . Es un insigne ladron.

MONSTRUOSIDADES, TORTURA

Del Museo de los suplicios, La flagelacion

La flagelación
Según la intensidad con que se aplique y la finalidad que se le asigne, la flagelación se sitúa en esferas muy diferentes. Administrada con suavidad, castiga las travesuras de chiquillos y colegiales o las extravagancias de mujeres díscolas; si es violenta, constituye un aderezo del suplicio e incluso un suplicio en sí misma capaz de provocar la muerte. En sil Flagellum salutis, publicado en Frankfurt en 1698, el médico Paullini la . recomienda contra la melancolía, la rabia, la parálisis, los dolores de ojos, oídos y muelas, el bocio y el aborto. Constituye una auténtica panacea, que en Inglaterra se administra el domingo a las mujeres que se embriagan, y en Francia, a los locos y los sifilíticos. «Los que se encuentren en el hospital afectados de enfermedad venérea, o los que sean internados por dicho motivo — estipula una Ordenanza de 1679— , únicamente serán atendidos a condición de que hagan propósito de enmienda, ante todo, y de que sean azotados; lo cual constará en sus certificados. Esto, por supuesto, afecta a quienes hayan contraído la enfermedad en razón de sus desórdenes y excesos y no a los que hayan sufrido contagio, como, por ejemplo, una mujer por culpa de su marido o una nodriza a través de un niño.» Las obras dedicadas a la flagelación son innumerables y sus implicaciones eróticas, religiosas y disciplinarias la hacen universal. Ninguna raza ha escapado a la tentación del látigo y, por extensión, la del apaleamiento. Los templos, las tumbas y la mayoría de las obras artísticas de la Antigüedad fueron posibles gracias a estos métodos. Los romanos distinguían tres variedades de látigos:
—    la ferula, que era una simple tira de cuero con la que se castigaban las faltas veniales;
—    la scutica, formada por dos tiras de pergamino entrelazadas, que causaba un sufrimiento prolongado;
— el flagellum, similar al látigo utilizado con los animales.
En una obra fundamental sobre la materia, el padre Boileau declara: «Ser azotado con la ferula de los romanos, confeccionada con correas de piel de buey, no era un gran suplicio». La scutica, formada por un conjunto de láminas de pergamino retorcidas, era semejante a los látigos de nuestros maestros de escuela. El flagellum era de cuero, y se parecía a los látigos que utilizan los postillones. En Roma había también látigos de cuerdecillas de España anudadas; Horacio se refieie a ellas en sus Odas, dirigidas a Menas (Libro V, Oda IV, V. 3): «Tú, que llevas en la espalda las cicatrices de las cuerdecillas de España».
Algunos pueblos añadían complementos dolorosos a los látigos, que les parecían demasiado suaves. Para imponer el terror, Roboam, rey de Judá, exclamaba: «Mi padre os fustigó con azotes, y yó os azotaré con escorpiones» (I. Reyes, XII, 14). El nombre de escorpiones obedecía a los pinchos de hierro y los clavos con que se completaban los látigos, y que en los tormentos chinos se convertían en anzuelos. Los rusos empleaban el «pleti» de tres tiras y el terrible knut, provisto de bolas de hierro, que se empapaba en agua helada o vinagre. El Deuteronomio (XXV, I. 3) limitaba a cuarenta el número de azotes dados con un látigo capaz de rodear el cuerpo, pero el knut era mortal. Conspiradores y regicidas no resistían la aplicación de los ciento un latigazos fatídicos. Los azotes con el vergajo no eran mucho mejores, dice Dostoievski; la muerte podía sobrevenir al cabo de tres días de fiebre, migrañas y espantosas quemazones. Quinientos vergajazos, aplicados en una sola sesión, se consideraban un castigo menor, pero el flagelado acababa destrozado, titubeante, con los ojos desorbitados y la piel a tiras.
Ornamento de las ejecuciones capitales, la flagelación se convertía en suplicio absoluto cuando constituía un castigo para determinadas faltas (adulterio, vagabundeo) o cuando afectaba a determinadas categorías sociales (esclavos, marinos). Conocemos la frecuencia con que el látigo fue aplicado antaño y la morbosa voluptuosidad que las damas romanas experimentaban al ver las terribles marcas que dejaba el cuero en la piel de inferiores indefensos. A veces se producían revueltas que eran rápidamente sofocadas en un baño de sangre: Espartaco; los indios de México y Toussaint-Louverture son conocidos por todos. Pero el cáncer, indispensable según algunos historiadores a causa de la coyuntura económica y de la ausencia de máquinas, no desaparecía. Sus argumentos, parcialmente defendibles, no justifican ni la explotación del hombre por el hombre ni las infamias del más vil sadismo.
En tanto que pena aflictiva, la flagelación de las adúlteras tuvo gran éxito en los países europeos, y en Rusia persistió hasta finales del siglo mx. En general, los maridos procedían por sí mismos a aplicar la penitencia, y la muchedumbre se deleitaba contemplando a las mujeres en cueros. «Con el pelo cortado, desnuda y en presencia de sus allegados, la culpable era expulsada de casa por su marido, quien la conduce a latigazos a través de la aldea», escribe Tácito (Costumbres de los germanos, XIX).
Idénticas costumbres existían en la Europa medieval y en Inglaterra, donde hasta 1820 no se dicta un auto que prohiba la flagelación de mujeres en público. A falta de este espectáculo, el buen pueblo podía gozar contemplando la flagelación de mendigos, sediciosos, borrachos y vagabundos, quienes, en virtud de la Whipping Act de 1530, debían ser azotados en las plazas de los mercados urbanos hasta que su cuerpo, atado a una carretilla, estuviera ensangrentado.
En Francia, el látigo no se abandonó jamás: el teatro de Moliére, la educación de los reyes y las costumbres campesinas así lo demuestran. En 1793, el patriotismo metió las narices bajo las faldas de Théroigne de Méricourt y, en 1815, bajo las de las protestantes de Nimes, azotadas en público y golpeadas por los «azotadores reales». Cuando los prusianos entraron en París el 1 de marzo de 1871, escribe Henri Rochefort, no hubo incidentes: «Lo único que turbó la calma fue al arresto y la fustigación por los parisienses de tres puercas que en los Campos Elíseos acogieron a los soldados enemigos y empezaron a darles afectuosos besos. La multitud se abalanzó sobre ellas, las dejó prácticamente desnudas y, tras propinarles una brutal paliza, las cubrieron de escupitajos, injurias, abucheos e incluso violentos puñetazos» (Aventures de ma vie).
Como hemos dicho, dos categoría sociales estuvieron particularmente expuestas al látigo: los esclavos y los marinos.
El Manual teórico y práctico de la flagelación de las mujeres esclavas, cuya redacción se atribuye a un español, afincado en Cuba hacia finales del siglo xviii y propietario de una plantación, ensalza constantemente las ventajas del látigo. Todas las razones materiales, religiosas y sexuales justifican su uso a los ojos del autor, quien apela al testimonio de la Divina Providencia. Para castigar a las negras indolentes, parlanchinas y vanidosas. Dios, en su infinita Sabiduría, dispuso que tuvieran un buen trasero. Por otra parte, existe toda una gradación de instrumentos adecuados para la flagelación. La mano, los vergajos flexibles y las disciplinas resultan excelentes para las jóvenes; a las adultas hay que golpearlas con palos, palmetas, látigos, fustas, correas y cuerdas:
«De aplicación bastante rara, aunque en todo caso recomendable, es el método de frotar con un cepillo duro o un guante de crin las zonas que se van a flagelar. Este procedimiento puede parecer pueril, pero el terror de los esclavos que han sido sometidos a él demuestra que no es desdeñable. La fricción congestiona los nervios subcutáneos y acentúa al máximo el efecto de los azotes ulteriores . A ello hay que añadir que el guante de crin permite al ejecutor atentar violentamente contra el pudor de las muchachas azotadas, y la vergüenza que éstas experimentan puede convertirse en un poderoso complemento del castigo. Otro método similar, aunque con frecuencia demasiado entretenido para quien impone el correctivo, es pinchar a la fustigada con espinas o con un pequeño pincho metálico, por ejemplo, un clavo. Se trata, por supuesto, de pinchar la epidermis lo justo para excitar la sensibilidad y preparar el terreno a la acción de los elementos flagelantes. No hay que insistir en lo muo que se puede hacer sufrir, física o moralmente, a una mujer o una muchacha atada al potro, con las nalgas desnudas y a disposición de los divertidos verdugos.
»Por último, destacaré la aplicación de plantas urticantes en las zonas fustigadas. Este método se utiliza, sobre todo, después de haber azotado a la mujer, y es uno de los que prefieren las negras encargadas de castigar a las muchachas. La integridad de la piel no corre peligro, a pesar de que el escozor es muy intenso y de que la afectada da grandes saltos intentando librarse de las ataduras. También me he complacido haciendo frotar con ortigas el trasero de las muchachas a las que quería honrar con mis favores, sin perjuicio de la aplicación previa del látigo.»
Cabe poner en duda la autenticidad del Manual, pero lo cierto es que refleja a la perfección los usos de la época. A mediados del siglo XlX se continuaba flagelando a los esclavos y Ludlow relata que, en 1863, una pobre negra, por haber dejado que se estropeara un pastel, fue atada al suelo y azotada, tras lo cual su amo vertió lacre ardiendo en las heridas. Esta horrible escena tuvo lugar en Carolina del Sur, donde se produjeron muchos otros espantos similares.
La suerte de los condenados ingleses (los «convictos») no era mucho mejor que la de los esclavos. Los galeotes morían a fuerza de latigazos que reavivaban sus heridas, en las que se incrustaba sal. A falta de remeros a los que martirizar, los capitanes de barco que descargaban mercancías en Australia se complacían en hacer azotar con cuerdas a los convictos y les obligaban luego a sumergirse en el agua salada (cf. Adventures of an Outlaw, de Rasleigh).

No sólo los delincuentes recibían este trato. El baqueteo infligido en las nalgas, en presencia de toda la tripulación, fue tradicional en la Marina alemana. En los barcos ingleses se repartían latigazos por cualquier insignificancia. La aplicación del látigo constituía el pasatiempo predilecto de sádicos oficiales a juzgar por este relato de James Stanfield, obligado a embarcar en el siglo XVIII:
«Tuvimos la suerte de embarcar en un viejo cascarón que debía entrar en dique seco en Lisboa, y el capitán, temiendo que la tripulación desertara, no se atrevió a maltratarnos hasta que estuvimos a veinticinco grados de latitud. Pero apenas hizo su aparición el látigo, la flagelación se extendió como una epidemia. No transcurría ni una sola hora sin que se aplicara este castigo; a veces había tres hombres atados juntos.
»El único placer del capitán era causar dolor. Hacía azotar a los hombres sólo por contemplar sus contorsiones y oír sus alaridos de dolor. Ordenó azotar al auxiliar de a bordo por haberle dado un vaso de vino a un enfermo, y cuando intentó disculparse, el capitán lo hizo azotar de nuevo por haber presentado excusas. A otro miembro de la tripulación le arrancó un trozo de oreja y le atravesó la mejilla con el dedo. Murió alcoholizado, y tuvo que venir otro capitán de Inglaterra.
»El nuevo capitán estaba tan enfermo que tenían que transportarlo por todo el barco, pero se divertía arañando los rostros con sus largas uñas o con un cuchillo reservado para este uso. Cuando se veía obligado a permanecer acostado, ordenaba que flagelaran a los hombres a los pies de su cama para poder verlos de cerca y no perderse el menor detalle de sus sufrimientos» (citado por D. P. Mannix, History of Torture, p. 145).
No todo el mundo tenía la curiosidad, o la ingenuidad, de aquel gobernador general de la isla Mauricio, que quiso experimentar la flagelación en su propio cuerpo. En su Voyage autour du monde (tomo I, p. 146), Arago nos cuenta que el gobernador hizo que cuatro robustos esclavos lo ataran y le diesen quince latigazos: «Los esclavos no tuvieron más remedio que obedecer. Con el general fuertemente atado a los pies de su cama, el látigo comenzó a actuar. Al primer golpe lanzó un grito horrible; al segundo, intentó romper las ataduras; al tercero, amenazó de muerte al vigoroso esclavo que lo azotaba (pese a que no lo había  hecho con demasiada rudeza). El pobre general gemía, juraba, gritaba, decía que haría decapitar a los cuatro esclavos y que prendería fuego a la ciudad: recibió los quince azotes, ni uno más, ni uno menos, y apenas le desataron se desplomó.» Con todo, la lección surtió efecto, porque desde entonces el gobernador suprimió los cincuenta latigazos que habitualmente ordenaba.

DEMONOLOGIA

Ipes o Ayperos

Demonio, principe y conde del infierno.

Aparece bajo la forma de un angel y algunas veces con la forma de un Leon, con cabeza y patas de ganso y una cola de liebre. Conoce el pasado y el porvenir, da talento y audacias a los hombres.

Manda 36 legiones.

DEMONOLOGIA

sucubo o succubus

Demonios que toman forma de mujer y buscan a los hombres, su encargada en la corte infernal de la orden de la mosca, y Princesa es Lilith.

A finales del siglo VXII, encontramos la creencia de que el diablo pueda transformarse en una hermosa doncella (succubus) y copular con un hombre y quedarse con el esperma.

DEMONOLOGIA

SUCUBOS

El demonio del viernes, y está representada en forma de mujer desnuda de pecho para arriba, cuyo cuerpo termina con una cola de serpiente. En la magia medieval, a veces también es llamada Astaribo.. Luego convertirse en hombre (sucubus) y preñar a una mujer. El tiempo que transcurre necesariamente entre estas dos operaciones explica por qué el esperma del diablo es helado, como leemos en los más importantes tratados de demonología de la época, y como se desprendía acordemente de los testimonios de las brujas.
En el campo médico psicológico se define “sucubos” como un sueño de contenido angustioso, que presenta tres características principales, así como otras secundarias, no siempre presentes. En primer lugar, se manifiesta mediante una sensación de terror mortal; en segundo lugar, el durmiente sufre una fuerte sensación de opresión y asfixia en el pecho; finalmente, tiene la sensación de estar completamente paralizado, sin ninguna capacidad de moverse. Se pueden producir además poluciones involuntarias, palpitaciones, sudoraciones frías, y así sucesivamente. Puesto que a menudo esta experiencia angustiosa se relaciona en el sueño con algún ser monstruoso que sale del pecho del durmiente amenazando con matarlo, la causa del sucubos se ha atribuido desde la antigüedad a la acción de seres demoníacos reales.
Estos seres han tomado aspectos varios y formas más o menos definidas en las distintas culturas, con nombres diferentes: el Efialtes griego, el incubus latino, los alemanes ALP y MARA, el azteca CHIUTETEO, el australiano Mrart, el sudamericano Anhanga y así sucesivamente. Por otra parte, del hecho de que a menudo el íncubo se manifiesta también en relación con fenómenos sexuales, ha surgido la particular creencia de que los sueños sexuales corresponden a experiencias reales provocadas por espíritus de categoría semidemoníaca. Paracelso afirmaba que era el flujo menstrual el que producía los fantasmas lujuriosos y consideraba los conventos de monjas verdaderos viveros de sucubos. El padre Pietro Sinistrari, por su parte, consideraba que los íncubos no eran causados por verdaderos demonios, sino por seres intermedios entre el hombre y el ángel.

DEMONOLOGIA

Leviatan

Gran admirante de los infiernos, gobernador de las regiones marítimas de Belzebuth o Bezebu,.

Wierio, lo llama el gran embustero, no siguiendo este las sagradas escrituras. Hase , se intereso por su poder de poseer  en todos los tiempos, a las mujeres principalmente y a los hombres que corren el mundo.  Les enseña a mentir e imponer a las gente

Es tenaz , firme en su puesto y difícil de exorcizar. Llamese también Leviathan a un pez fabuloso, que los rabinos dicen estar destinado para la comida del mesías. Este pez es monstruoso, se traga entero de una sola vez a otro pez, que  sinembago de ser menor que este no deja de tener tres leguas de largo. Todas las aguas lleva encima Leviathan.

Dios al principio crió dos, uno macho y otro hembra, pero temiendo a que se trastornasen a la tierra que llenasen el universo de sus semejantes, Dios mato a la hembra y la puso en salmorra para el convite del mesías.

 

MONSTRUOSIDADES

Licantropo, hombre lobo parte II

La transformación; recubrirse de la apariencia de un animal significa adoptar sus características y participar de su naturaleza (pensemos en los BERSERKR, en Heracles, en los AmoTos). La transformación espontánea, en realidad, es siempre una transformación inducida, o sea causada por una fuerza agente exterior a la víctima y desconocida por éste, pero en este caso ya no se trata de una voluntad humana que actúa, sino de un influjo natural, generalmente identificable con la Luna. En realidad este papel de la Luna en la licantropía se basa en un doble equívoco: en primer lugar, en una confusión entre la palabra griega que significa “lobo” y la que significa “luz”, que ha hecho conjeturar que durante el periodo nocturno de máxima luz, el plenilunio, pueden producirse estas metamorfosis (mientras que en realidad más bien habría que pensar que se producen durante la luna nueva, puesto que los animales de presa, como el lobo, más bien están relacionados con la oscuridad que con la luz); en segundo lugar, en una identificación entre una enfermedad mental, ya reconocida como tal por Galeno en el siglo II d.C,que se manifiesta con el vagar de noche, bajo la luna, gritando y lamentándose, y la verdadera y propia transformación en animales.En las distintas lenguas, el fenómeno de la licantropía ha tomado denominaciones multiformes, entre cuyas etimologías se pueden descubrir detalles interesantes para ahondar más en el tema. El inglés werewolf deriva de wer, hombre(véase el latino vir y el sánscrito viras), y de wolfque, antes de significar lobo, significaba “ladrón”. Por lo demás, también en el Rigveda “ladrón” es un epíteto referido al lobo; y por lo demás, antaño, cuando se ahorcaba un ladrón, juntoa él se ahorcaba también un lobo. Esta convergencia de significados entronca con el hecho de que el lobo siempre ha sido el símbolo de los fugitivos, de los desterrados y de los exiliados; según las leyes de Eduardo el Confesor, los proscritos tenían que llevar una máscara de lobo. El francés loup garou no es sino una tautología: deriva, en efecto, de loup garwolf [werwolf] y significa por consiguiente”lobo hombre-lobo”. Hace poco, sin embargo,se ha propuesto la hipótesis de que garou nosea una deformación de werewolf, sino que derive, en cambio, del céltico garo, cruel; en este caso el loup garou es un lobo malo; hay que observar, sin embargo, que en esta segunda hipótesis se pierde cualquier referencia a la participación humana en la estructura del monstruo, participación que es fundamental en el mito. El término hombre lobo desciende del medio latino lupus hominarius; en latín clásico, en cambio, el licántropo se llamaba versipellis, el que cambia la piel. El ruso volkodlak deriva de volk, lobo, y dlak, pelo, con referencia a una de las características clave de los licántropos, su vellosidad, que se evidenciaba, también en su aspecto humano, por las gruesas cejas, o por los pelos en la palma de la mano; por lo demás, en el Medievo todavía se creía que el licántropo, bajo la piel humana, tenía pelo de lobo. Entre los vascos encontramos el nombre gizonochoa, que es una traducción literal de hombre lobo. En el folclore letón, el nombre se convierte en vilkacis y en el lituano vilkatas. Los escandinavos lo llaman vargulfr o varulf; los portugueses lobarras o lobis homem; el griego BURCULACAS O brucolacas corresponde al eslavo volkodlak o al serbio vulkodlak, porque la beta inicial griega se pronunciaba como la “y”. En este nuevo paso del eslavo al griego se produce también un desplazamiento de significado: el que para los eslavos era todavía un licántropo, en Grecia se convierte en un vampiro. Por último, en Rumania tenemos los pryccolitchs, que para transformarse voluntariamente en lobos no deben hacer otra cosa que girar tres veces sobre sí mismos.
Muchos pueblos se precian de descender de los lobos y conservaban huella de ello en el nombre mismo: recordemos a los dacios (del frigio daos, lobo); los hircanos del Mar Caspio (del iránico vehrka, lobo); los orkas frigios (de la misma raíz); los licaones de la Arcadia, los lucanos de la Italia meridional, los licios, los lucenses españoles (todos ellos del griego lykos); los irpinos itálicos (del samnita hirpus, lobo). Tanta convergencia de significados en los pueblos antiguos tiene que ver con lo que hemos dicho respecto al significado simbólico del lobo como proscrito o fugitivo. Estos pueblos derivaban evidentemente de emigraciones forzadas de otros territorios próximos: muchos pueblos antiguos se precian de orígenes semejantes. Los proscritos, para sobrevivir, se organizaban como bandas de guerreros o como hermandades militares. Sabemos que estas sociedades guerreras requerían una forma de iniciación que a menudo consistía en la metamorfosis ritual del iniciado en animal. Ésta llevaba a un acceso de verdadero furor agresivo y de crueldad animal, que hacía invencible al guerrero: típico es el caso de los Berserkr, y no hay que olvidar que en Africa semejantes tipos de iniciación llevan a la constitución de sociedades secretas basadas en el uso de máscaras animales y en la agresividad salvaje. Revestirse con pieles de animal servía para que el iniciado participase realmente de la naturaleza de la fiera, hasta el punto de creerse transformado. Los pueblos con nombre de lobo, por tanto, eran antiguas hermandades de guerreros licántropos, inicialmente expulsados de otros territorios. Sabemos luego que también los pueblos cazadores dicen a menudo que descienden de animales de presa, porque existe una estrecha conexión entre el cazador y el animal feroz, también cazador. De modo que detrás de la caza, de la guerra, de la invasión de un territorio por parte de inmigrados y del comportamiento de los fugitivos, se percibe una estructura mítica idéntica en la que a la disgregación de un mundo anterior se opone una reconstitución, mediante la fuerza, de un nuevo orden. El licántropo, por tanto, es un desarraigado, un rechazado, un excluido, pero no un vencido. Mediante una fuerza interior invencible que, como a las fieras, lo convierte en parte integrante de la naturaleza, encuentra su legitimación siempre que haya sabido salir de las trampas del aislamiento.

 

DEMONOLOGIA

Lilith, ama y soberana de los infiernos, princesa encargada de los succubos

Lilith (demonología) Es el nombre de una mujer creada antes que Eva y al mismo tiempo que Adán; a diferencia de Eva, esta no surge de una costilla, sino de la propia tierra. Debido a la aparición de Eva, disputa con Adán y, encolerizada, pronuncia el nombre secreto de Dios, huyendo a continuación para iniciar una carrera demoníaca. Los hebreos la hacen corresponder con la lamía griega, y por ello en la cábala aparece como uno de los archidiablos, el de la impureza.

Lilith
(Hebraísmo). Es indudable que esta figura debe sus orígenes a una tríada de demonios mesopotámicos: Lilu, Lilitu y ARDAT LILI. Los dos primeros son una pareja macho-hembra; la tercera, en cambio, era un demonio femenino a menudo implicado en relaciones con los seres humanos, a los que también causaba enfermedades. Lilith es citada en Isaías XXXIV, 14; la literatura rabínica la describe con alas y pelos fluctuantes. Es la reina de toda una clase de demonios, llamados lilin, particularmente peligrosos para los niños. Según una tradición rabínica, Lilith fue la primera mujer de Adán; de ella tuvo por hijos tres clases de demonios: SHEDIM, Lilin y Rouchin. En cambio, según otras tradiciones rabínicas (pero hay que tener presente que la primera mención escrita de Lilith en esta literatura apenas se remonta al siglo X), Lilith era la esposa de SHAMMAEL. El nombre deriva ciertamente del babilonio Lilitu, que a su vez deriva de /u-/u o /u/ti, lascivia. Según los rabinos, en cambio, habría que remontarlo al hebraico lailah, noche. Otras etimologías propuestas son de lalou, sensualidad, o de lalu, abundar. En la Cábala, Lilith se convierte en el demonio del viernes, y está representada en forma de mujer desnuda de pecho para arriba, cuyo cuerpo termina con una cola de serpiente. En la magia medieval, a veces también es llamada Astaribo.

MONSTRUOSIDADES

De Monstruos y Prodigios de Ambroise Pare (parte 1)

EJEMPLO DE LA EXCESIVA CANTIDAD DE SEMEN

HIPÓCRATES dice, sobre la generación de los monstruos, que si hay excesiva abundancia de materia, se producirán gran número de camadas o un hijo monstruoso que tendrá partes superfluas o inútiles, como dos cabezas, cuatro brazos, cuatro piernas, seis dedos en manos y pies u otros miembros; al contrario, si el semen es insuficiente en cantidad, fallará algún miembro, como en el caso de tener una sola mano, ausencia de brazos, pies o cabeza, u otra parte que falte. San Agustín dice que en su época nació en Oriente un niño que tenía el vientre arriba, todas las partes superiores dobles y las inferiores sencillas, pues tenía dos cabezas y cuatro ojos, dos pechos y cuatro manos, y el resto como otro hombre; vivió bastante tiempo.
Caelius Rhodiginus ha escrito, en el libro de sus Lecciones Antiguas, que vio en Italia dos monstruos, uno macho y otro hembra, de cuerpos bien hechos y proporcionados, salvo la duplicación de la cabeza; el varón murió pocos días después de nacer, y la hembra, cuyo retrato ves aquí, vivió veinticinco años, lo que no es natural en los monstruos, que ordinariamente apenas viven, ya que se disgustan y vuelven melancólicos al verse así convertidos en oprobio de todo el mundo, de modo que su vida es breve. Y hay que señalar aquí que Lycosthenes escribe algo extraordinario a propósito de este monstruo femenino, pues, salvo la duplicación de la cabeza, la Naturaleza nada había omitido en él: estas dos cabezas, dice, tenían el mismo deseo de beber, de comer y de dormir, y la voz semejante, como iguales eran todos sus sentimientos.
Esta joven iba de puerta en puerta a pedir limosna, y de buen grado la socorrían, por la novedad de un espectáculo tan extraño e insólito; sin embargo, fue expulsada a la larga del ducado de Baviera, ya que, decían, podía estropear el fruto de las mujeres encintas, debido a la aprensión y a las ideas que podrían anidar en su virtud imaginativa al contemplar criatura tan monstruosa.
En el año de gracia de 1475, fueron engendradas igualmente en Italia, en la ciudad de Verona, dos niñas unidas por los riñones, desde los hombros hasta las nalgas 3; y como sus padres eran pobres, las llevaban por diferentes ciudades de Italia para recoger dinero del pueblo, que estaba muy ansioso por ver este nuevo espectáculo de la Naturaleza.
En el año de 1530, se vio a un hombre, en esta ciudad de París, de cuyo vientre salía otro bien formado en todos sus miembros a excepción de la cabeza 4; aquel hombre tenía unos cuarenta años de edad aproximadamente, y llevaba así ese cuerpo entre sus brazos, resultando tan extraordinario, que las gentes se congregaban en multitud para verlo, y aquí tienes su imagen representada del natural.

En el Piamonte, en la ciudad de Chieri, que dista unas cinco leguas de Turín, una respetable dama dio a luz un monstruo el 17 de enero a las ocho de la noche, en este año de 1578. Siendo su rostro bien proporcionado en todas sus partes, se le ha considerado monstruoso por el resto de la cabeza, de la que salían cinco cuernos parecidos a los de un carnero, colocados unos contra otros en la parte alta de la frente, y por detrás un largo fragmento de carne que colgaba a lo largo de la espalda, a la manera de un caperuzón para señoritas. Tenía en torno al cuello una pieza de carne doble colocada a la manera de un cuello de camisa completamente liso, las puntas de los dedos semejantes a las garras de un ave de rapiña, y las rodillas en las corvas. Su pie y pierna derechos eran de un color rojo vivísimo. El resto del cuerpo era de un color gris ahumado. Dicen que, al nacer este monstruo, lanzó un grito penetrante, que espantó de tal modo a la comadrona y a todos los presentes, que el miedo que experimentaron les hizo abandonar la casa. Al ser comunicada la noticia a su alteza el príncipe de Piamonte, tuvo tal deseo de verlo que mandó en su busca, y en su presencia varias personas formularon juicios diversos al respecto; aquí tienes representado su aspecto, tomado del natural.

 

En el año 1546, en París, una mujer encinta de seis meses dio a luz un niño con dos cabezas, dos brazos y cuatro piernas, que abrí, y en el que sólo encontré un corazón, por lo que puede decirse que se trata de un único niño; está en mi casa, y lo conservo como algo monstruoso.
Aristóteles dice que un monstruo con dos cuerpos unidos, si resulta tener dos corazones, puede en verdad considerarse como dos hombres o mujeres; de otro modo, si resulta no tener más que un corazón con dos cuerpos, es solamente uno. La causa de este monstruo podía ser defecto de cantidad de materia, o vicio de la matriz excesivamente pequeña, ya que, al querer la Naturaleza crear dos niños y hallarla demasiado estrecha, se encuentra impotente, de manera que el semen, comprimido y apretado, viene a coagularse en una bola, de la que se formarán dos niños así unidos y pegados.
En el año 1569, una mujer de Tours dio a luz dos niños gemelos que tenían sólo una cabeza, y se abrazaban entre sí; me los dio vacíos y disecados maese René Ciret, maestro barbero y cirujano, cuya fama está lo bastante extendida en toda la región de Turena como para requerir otra alabanza por mi parte.

Aristóteles dice que un monstruo con dos cuerpos unidos, si resulta tener dos corazones, puede en verdad considerarse como dos hombres o mujeres; de otro modo, si resulta no tener más que un corazón con dos cuerpos, es solamente uno. La causa de este monstruo podía ser defecto de cantidad de materia, o vicio de la matriz excesivamente pequeña, ya que, al querer la Naturaleza crear dos niños y hallarla demasiado estrecha, se encuentra impotente, de manera que el semen, comprimido y apretado, viene a coagularse en una bola, de la que se formarán dos niños así unidos y pegados.
En el año 1569, una mujer de Tours dio a luz dos niños gemelos que tenían sólo una cabeza, y se abrazaban entre sí; me los dio vacíos y disecados maese René Ciret, maestro barbero y cirujano, cuya fama está lo bastante extendida en toda la región de Turena como para requerir otra alabanza por mi parte.

Sebastián Munster escribe que vio dos chicas en septiembre de 1495, cerca de Worms, en la aldea llamada Bristant [¿Bürstadt?], que tenían los cuerpos enteros y bien formados, pero cuyas frentes se mantenían unidas sin que pudieran separarse por intervención humana: casi se tocaban con la nariz. Vivieron hasta los diez años, y entonces murió una, que fue quitada y separada de la otra, y la que quedó con vida falleció al poco tiempo; cuando separaron a su hermana muerta de ella, de resultas de la herida que sufrió en la separación; y más arriba tienes representado su aspecto.

 

El 20 de julio del año 1570, en la calle de los Gravelliers de París, en la casa de la Cloche, nacieron estos dos niños así formados , identificados por los cirujanos como varón y hembra, y que fueron bautizados en Saint-Nicolas-desChamps con los nombres de Luis y Luisa. Su padre se llamaba Pierre Germain, apodado Petit-Dieu, peón de albañil de oficio, y su madre Matthée Pernelle.
El lunes 10 de julio de 1572, en la ciudad de Ponts-de-Cé, cerca de Angers, nacieron dos niñas que vivieron media hora y recibieron el bautismo; estaban bien formadas, salvo que la mano izquierda de una sólo tenía cuatro dedos; y estaban unidas por su parte anterior, es decir, desde el mentón hasta el ombligo, y no tenían sino un único ombligo y un solo corazón, y el hígado dividido en cuatro lóbulos .
Caelius Rhodiginus, en el tercer capítulo, libro 24, de sus Lecciones Antiguas, escribe que nació un monstruo en Ferrara, en Italia, el 19 de marzo del año de gracia de 1540; al ver la luz, era tan grande y bien formado como si hubiera tenido cuatro meses cumplidos, con sexo femenino y masculino y dos cabezas, una de varón y otra de hembra.

Jovianus Pontanus escribe que en 1529, el 9 de enero, se vio en Alemania un niño varón con cuatro brazos y cuatro piernas, cuyo retrato ves aquí.
El mismo año en que el gran rey Francisco firmó la paz con los suizos, nació en Alemania un monstruo con una cabeza en mitad del vientre; éste vivió hasta la edad adulta, y la cabeza tomaba alimento como la otra.

El último día de febrero de 1572, en la parroquia de Viabon, en el camino de París a Chartres, lugar de las pequeñas Bordas, una mujer llamada Cypriane Girande, esposa de Jacques Marchant, labrador, dio a luz este monstruo, que vivió hasta el domingo siguiente.

  

En el año 1572, al día siguiente de Pascua, en Metz de Lorena y en la posada del Santo Espíritu, una puerca parió un cerdo de ocho patas, cuatro orejas, con la cabeza de un perro auténtico, las partes traseras de los cuerpos separadas hasta el estómago, y a partir de ahí unidas, con dos lenguas situadas al través de la boca, y cuatro grandes colmillos a cada lado, tanto arriba como abajo; sus sexos se distinguían mal, de forma que no se podía saber si eran machos o hembras, y cada uno no tenía más que un conducto bajo la cola. Su aspecto te lo muestra este retrato, que me ha sido enviado hace poco por el señor Bourgeois, doctor en Medicina, hombre de gran saber y con buena experiencia, que reside en la mencionada ciudad de Metz