ALQUIMIA, DEMONOLOGIA

CRANOLOGIA

CRANOLOGIA Arte de juzgar a los hombres por las prominencias del cráneo. Se ha sostenido hasta ahora que el alma tiene su asiento en el cerebro y todas las observaciones confirman la exactitud de esta aserción. En toda la escala de la creación, la masa del cerebro y de los nervios aumenta en razón de la capacidad por una proeminencia más o menos elevada. La graduación tiene lugar hasta en el hombre; que entre todos los seres creados, es susceptible del más alto grado de nobleza, y al cual la naturaleza ha dado el más perfecto y proporcionalmente el más grande cerebro.
En el hombre, así como en los animales, se le hallan disposiciones innatas. La historia nos ofrece un gran número de hombres célebres, que desde sus más tiernos años han tenido una decidida inclinación para tal arte o tal ciencia. La mayor parte de los grandes pintores y poetas más dintinguidos, se han dedicado a las bellas artes, por esa inclinación que la naturaleza da a sus favorecidos, y se han adquirido una fama eterna, apesar de sus padres.
Verdad es que estas disposiciones pueden ser desarrolladas y perfeccionadas por la educación; pero esta no las da jamás, porque las primeras señales de estos singulares y distinguidos talentos empiezan a desarrollarse cuando los niños no son susceptibles de lo que propiamente se llama instrucción. Preciso es pues convenir aquí, que tan señalados talentos deben ser innatos. No otra cosa sucede en el reino animal: todas las especies de animales tienen inclinaciones que les son propias; y la crueldad del tigre, la industria del castor, la habilidad del elefante, son propias a cada individuo de estas especies, salvo algunas variaciones accidentales. Por lo mismo, que hay en los hombres y en los animales disposiciones innatas, existen otros tantos órganos reunidos y colocados unos cerca de otros en el cerebro que es el móvil de las funciones superiores de la vida animal; y estos órganos se señalan en la superficie del cerebro por medio de protuberancias.
Cuando más grandes son estas, mayores disposiciones deben esperarse. Estos órganos, señalados en la superficie del cerebro, producen también algunas prominencias en la superficie exterior del cráneo. Esta aserción se funda en que el cráneo, que encierra el cerebro está construído y formado desde su primera existencia en el seno maternal, hasta la edad más avanzada; y que por consiguiente las impresiones de la superficie interior deben igualmente manifestarse en la tapa exterior del cráneo.
Sin embargo, esta tesis no puede aplicarse sino a los cerebros sanos, pues generalmente las enfermedades pueden formar muchas excepciones.
El instinto de la propagación se manifiesta por dos eminencias colocadas detrás de la oreja, sobre el cuello. Este órgano es más marcado en los machos que en las hembras.
El amor de los hijos está en la más estrecha unión con el deseo de tenerlos; así es que el órgano que lo da, está situado cerca del que anuncia el instinto de la propagación. Muestráse por medio de dos eminencias sensibles, colocadas de la cabeza, sobre la nuca; donde termina el hoyo del cuello. Este órgano es más fuerte en las hembras que en los machos; y si se comparan los cráneos de 1 animales, se hallará mas marcado en el de mono que en el de cualquier otro.
El órgano de la amistad y de la fidelidad está colocado cerca del de los hijos, y se ma• nifiesta por los dos lados, por dos protuberancias redondas, dirigidas hacia la oreja. Háliase en los perros, sobre todo en el de aguas y en el zarcero.
El órgano del humor pendenciero se manifiesta en cada lado por una protuberancia medio globular, detrás y sobre la oreja. Se ve bien señalada en los quimeristas.
El órgano del asesinato es una prominencia situada en cada lado sobre el del humor pendenciero, adelantándose hacia la sien. Se ve muy bien en los animales carniceros y en los asesinos.
El órgano del artificio se manifiesta por medio de una protuberancia colocada sobre el conducto exterior del oído, entre las sienes y el órgano del asesinato. Se halla en los pica. ros, en los hipócritas, y además en los gene. rales sabios, en los ministros prudentes, y en los autores de novelas o de comedias, que conducen con destreza las intrigas de sus ficciones.
El órgano del robo es una protuberancia situada en lo alto de las sienes, de modo ¿me forma un triángulo con la extremidad del ojo y la base de la oreja, se halla muy marcado en los ladrones y en algunos animales; sobre todo en la cabeza de la urraca.
El órgano de las artes forma una curva de lado del hueso frontal, debajo del órgano del robo. Se manifiesta particularmente en el cráneo de Rafael.
El órgano de los tonos y de la música se expresa por medio de una prominencia, en cada ángulo de la frente, debajo del de las artes. Hállase en los cráneos del papagayo, del ave fría, del cuervo, y de todos los pájaros machos cantantes; y no en los de los hombres que carecen de este sentido, y oyen la música con repugnancia. Este órgano es de un tamaño muy sensible en los grandes músicos como Mozart, Gluck, Haydn, Viotti, Paer, etc.
El órgano de la educación se manifiesta por una protuberancia en el extremo de la frente, sobre la raíz de la naríz, entre las dos cejas. Los animales que tienen el cráneo recto desde el colodrillo hasta los ojos, tales como el tejón, son incapaces de toda educación; este órgano se desarrolla sensiblemente en la zorra, el lebrel, el perro de aguas, el elefante, y el orangután, cuyo cráneo se asemeja más a las cabezas humanas mal organizadas. El lugar supremo ocupa el cráneo del hombre bien y noblemente constituído.
El órgano del sentido de la razón se muestra exteriormente por medio de dos prominencias que se hallan en el extremo superior del origen de la naríz, junto al hueso interior de las cejas. Generalmente indica la capacidad de concebir las distancias, la inclinación para todas las ciencias y artes en las cuales es preciso observar, medir y establecer razones de espacio: por ejemplo la afición a la geografía. Todos los más distinguidos viajeros tienen este órgano muy señalado como lo prueban los bustos de Colón, Cook, y otros muchos. Háliase también en los animales errantes, y en todas las aves de paso más o menos distinto, según el término más o menos lejano de su emigración; pero sobre todo es muy sensible en el cráneo de la cigüeña. Por medio de la disposición de este órgano esta ave halla otra vez el paraje donde se había detenido el año anterior; y lo mismo que la golondrina, hace todos los años su nido en la misma chimenea.
El órgano del sentido de los colores forma de cada lado una protuberancia entre el arco de las cejas, inmediatamente al lado del sentido de la razón. Cuando está extremadamente marcado forma un arco particular. Por esto los pintores tienen siempre el rostro jovial, y más alegre que los demás hombres, porque sus cejas son más arqueadas. Este órgano produce la pasión por las flores y la inclinación de alegrar la vista por la diversidad de colores que estas ofrecen. Si está unido con el sentido de la razón, forma el pintor de paisajes. Al parecer este sentido falta a todos los animales, y su sensibilidad en razón a algunos colores, no proviene sino de la irritación de los ojos.
El órgano del sentido de los números está igualmente colocado sobre la cavidad de los ojos, al lado del de los colores, en el ángulo exterior del hueso de los ojos. Cuando existe hasta el último grado, se levanta hacia las sienes una hinchazón que hace parecer cuadrada la cabeza. Este órgano es extremadamente marcado en el busto de Newton, y generalmente es muy visible en los grandes matemáticos. De ordinario se halla también en las cabezas de los astrólogos unido al órgano del sentido de la razón.
El órgano de la memoria tiene su asiento sobre la parte superior y posterior de la cavidad de los ojos, a los cuales aprieta hacia abajo y hacia a fuera. Muchos autores célebres tienen los ojos salientes, por la disposición de este órgano.
El sentido de la meditación se manifiesta por una hinchazón del cráneo, cerca de una media pulgada debajo del extremo superior de la frente. Se ve bien señalado en el busto de Sócrates y de otros profundos sabios.
El órgano de la perspicacia se muestra por medio de una hinchazón oblonga en medio de la frente.
El órgano del talento se manifiesta por dos protuberancias semicirculares, colocadas debajo del órgano de la meditación, y separadas por el de la perspicacia. Hállese en Cervantes, Voltaire, Wieland, etc.
El órgano de la honradez es una elevación oblonga, que saliendo de la encorvadura de la frente se dirige hacia el vértice de la cabeza, sobre el órgano de la perspicacia. De ordinario se encuentra en el carnero, en el corzo, y en muchas razas de perros.
El órgano de la piedad verdadera o falsa se manifiesta por una hinchazón, sobre el de la honradez. Se ve muy marcado en las gentes superticiosas.
El órgano del orgullo y de la soberbia es una prominencia oval, en lo alto del colodrillo.
El órgano de la ambición y de la vanidad se manifiesta por medio de dos prominencias en el vértice de la cabeza, y separadas por el órgano de la soberbia.
El órgano de la prudencia son dos prominencias situadas al lado de las de la ambición sobre los ángulos posteriores del cráneo.
En fin, el órgano de la constancia y de la firmeza se manifiesta por una protuberancia detrás de la cabeza, debajo del órgano del orgullo.
Este seductor sistema del doctor Gall ha tenido numerosos partidarios; pero no menos enemigos. Algunos lo han comparado a los desvaríos de varios fisonomistas, aunque a la verdad merece algún tanto más de respeto, pues tiene un fundamento menos imaginario. Mil veces se ha visto al grande hombre parecerse al hombre ordinario por las facciones de la cara, y jamás el cráneo del genio se asemeja al del idiota. Tal vez el doctor Gall ha querido llevar demasiado lejos su doctrina; y puédese engañar dando reglas invariables sobre cosas que no siempre son constantes.
Un sabio ha sostenido contra el sentido del doctor Gall, que las inclinaciones innatas no existan en las prominencias del cráneo, pues que tan solo dependería entonces de las comadres el desfigurar a los niños, y hacerles desde su nacimiento muy necios o muy sabios; pero el doctor Gall encuentra esta objeción digna de risa, porque aun cuando se apretase el cráneo en un paraje donde se halla un órgano preciso, comprimido este se restablecería poco a poco el mismo; y además porque el cerebro resiste a toda presión exterior, por la elasticidad de las tiernas fibras, y después de largo tiempo que ha sido aplastado, hace una represión suficiente.
Sin embargo, Blumenbach escribe que los caribes oprimen el cráneo de sus hijos con una cierta máquina, y dan a la cabeza la forma propia de esta raza. Los naturalistas colo. can también las cualidades del ánimo, no en las prominencias sino en la configuración del cráneo; y algunos pretenden que un bofetón o una pequeña opresión en el cráneo de Corneille en el acto de su nacimiento, hubiera podido hacer de él un mentecato. Véase muchas personas que pierden la razón o la memoria por un golpe recibido en la cabeza: y la mayor parte de los hijos de los desgracia. dos no tienen un entendimiento tan limitado sino a causa de los golpes que reciben desde su más tierna infancia; pues que los que son educados con más dulzura, tienen por lo co- mún más talento natural.
Además, el doctor Federé habla en su Medicina legal, de ladrones y de locos, en cuyo cráneo no se han notado las protuberancias del robo, ni de la locura.

DEMONOLOGIA

Romwe, demonio

ROMWE Marqués del imperio infernal.

Que se aparece en forma de monstruo; da a sus adeptos el conocimiento de las lenguas, y la benevolencia de todo el mundo.

Diecinueve cohortes infernales le obedecen

DEMONOLOGIA

CAACRINOLAAS

CAACRINOLAAS Llamado también Bassimo ar Glasya.

Gran presidente de los infiernos.

Muéstrase bajo la forma de un perro con dos alas de grifo. Enseña el conocimiento de las artes liberales y, por contraste, inspira los homicidios.

Dícese que presagia muy bien lo futuro y hace invisible al hombre. Treinta y seis legiones le obedecen (1).

BIZARRO, MONSTRUOSIDADES, TORTURA

Dolor y Voluptuosidad, El masiquismo y las mutilaciones

El masoquismo se traduce en una búsqueda permanente de la esclavitud y la humillación. El individuo se somete al látigo, a las espuelas, al pisoteo de alguien más fuerte que él, en busca más de la brutalidad que de las caricias o los abrazos. En eso reside la aberración. Sacher Masoch, a quien debe el nombre, prefiere con mucho el brazo que blande el látigo a los senos o la grupa de su pareja. Sin embargo, como no carece de buen gusto, exige que ésta sea atractiva y capaz de excitar la pasión de otros hombres, a los que está en su perfeccto derecho de entregarse cuando le plazca. En ocasiones, el amante (o esposo) goza con la idea de ser engañado e intenta comprobar el hecho en la medida de lo posible. Sobre este punto la prensa publica anuncios significativos: pareja viciosa busca azotador, etcétera.

El secuestro, forma atenuada del suplicio del in pace, reviste un carácter masoquista, ya que a menudo se produce con el consentimiento de la víctima. A título de ejemplo, citemos el caso de Mélanie Bastian, secuestrada de Poitiers cuya historia fue tan bien descrita por André Gide, y que no es sino una reclusa voluntaria que se regodea en la suciedad de un tugurio al que denomina su «pequeña y querida cueva». Mística e infantil, acepta perfectamente su destino de esquizoide. En Los secuestrados de Altona, Frantz von Gerlach acepta también su suerte. Sus razones son muy diferentes, pero subsiste el mismo deseo de evadirse del mundo, de los remordimientos y de las responsabilidades que implica la vida normal. En la mayoría de los casos examinados, las secuestradas (hay predominio de mujeres) son anormales o alienadas a quienes su familia intenta ocultar a las miradas ajenas. Otras aceptan por amor la existencia sórdida que su marido o su amante les dispensa, hasta que un día las encuentran con el pubis rasurado y el cuerpo acribillado de equimosis, tal como le sucedió a Rose-Marie Focan, muerta a los veintiún años a consecuencia de los golpes recibidos. Así pues, víctima y verdugo son cómplices, y las torturas sexuales (quemaduras en los pechos, pinchazos, flagelación) que acompañan al secuestro son aceptadas de buen grado. La complicidad sadomasoquista incita a la víctima, siempre dispuesta al «sacrificio», a ocultar su estado de servidumbre en su entorno inmediato. Sin embargo, esta relación deja de funcionar cuando el verdugo se cansa de golpear o siente deseos de cambiar de pareja. A veces, la mujer tarda dieciocho años en reaccionar, como aquella dama de Danneval, de la que Sébastien Rouillard pidió el divorcio a finales del siglo XVI:
«… Al ver violados la fe conyugal y el pudor del lecho nupcial, su resentimiento fue mucho mayor de lo que había sido mientras permaneció sacrosanta e inmutable. Y lo fue tanto que ese desconsuelo incrementó por otra parte la indignación de su marido, hasta el extremo de que hubiera podido considerársela como prisionera en una habitación, junto con su hija, privadas ambas de todas las comodidades que ofrece la vida, despojadas de todos los atavíos que se concedían a otros, y desprovistas de cuanto les era necesario para su uso y disfrute… Y su marido, pervertido por las malas compañías, se entregó a infligirle un sinfín de excesos, ultrajes y contusiones en muchas partes del cuerpo, según testificaron los cirujanos.»

 

Las mutilaciones
Las mutilaciones y torturas destinadas a incrementar el goce son tan abundantes que su enumeración resultaría fatigosa. La circuncisión, la subincisión de la verga o la infibulación del prepucio son moneda corriente en los pueblos que temen la impotencia o un imaginario encogimiento del pene. Según sus creencias, los dioses del mal o los sortilegios pueden provocar en cualquier momento la castración o la desaparición mágica de los genitales. Antiguamente, los chinos utilizaban una balanza de boticario para evitar que el miembro se retrajese por completo, y los bahiraguis de la India se ataban al pene un enorme peso que arrastraban con ellos. Todavía se llevan a cabo numerosas prácticas de este tipo con la finalidad de provocar la excitación. Entre ellas cabe mencionar las incisiones, las escarificaciones y la introducción de agujas en la uretra y de cuerpos extraños en el ano. Sin olvidar los pinchazos en los testículos (que, a la larga, quedan más duros que un pergamino antiguo) y los cortes en el escroto a los que tan aficionados son los amantes de las armas blancas y los cuchillos.
Los individuos pervertidos por el ejemplo o la fantasía no se conforman con estas prácticas un tanto extrañas. Buscan la compañía de un ser muy diferente, aunque complementario, que pueda satisfacer sus aspiraciones masoquistas o sádicas. Por otra parte, llegado el caso ambas tendencias se imbrican y completan, tal como pone de manifiesto este pasaje extraído de las obras de Coelius Rhodiginus, en el que ya no se sabe si se busca la voluptuosidad en sí misma o una puesta en escena apropiada:
«No han transcurrido demasiados años desde la época en que existió un hombre de una lascivia que no sólo se aproximaba a la del gallo, sino que llegaba a un exceso tal que hubiera sido difícil de creer, a no ser por el testimonio de personas dignas de crédito. Cuantos más vergajazos recibía, más ardoroso se mostraba en la acción. Y lo más extraño es que no era posible decidir qué deseaba con mayor avidez, si el látigo o el coito, aunque siempre parecía que su placer aumentaba con los golpes. Así pues, rogaba con insistencia que le azotaran con un látigo que mantenía todo el día sumergido en vinagre. Y si el azotador lo trataba demasiado delicadamente, se enfurecía y le cubría de insultos, sin que considerase nunca que había recibido demasiado hasta que no manaba sangre.
»Fue, si no me equivoco, el único hombre que haya sufrido al mismo tiempo el pesar y el goce del placer, puesto que a través del dolor sentía cosquilleos agradables y, por este medio, saciaba o inflamaba la desazón de la carne. Pero lo más sorprendente es que no ignoraba la criminalidad de esta nueva especie de ejercicio, que se odiaba a sí mismo por ello y que lo combatía con todas sus fuerzas. Sin embargo, estaba tan acostumbrado a esta práctica que no podía prescindir de ella, aunque la desaprobara. La tenía tan arraigada en su corazón desde la infancia, cuando se abandonaba al placer de la carne con sus compañeros después de haberse excitado con los azotes, que le resultó imposible abandonarla nunca más» (citado por el abate Boileau, pp. 296-298).

DEMONOLOGIA

Berito o Berith, Demonio

BERITO O BERITH Duque de los infiernos, grande y terrible, conocido bajo tres nombres diferentes, pues algunos le llaman Beal, los judíos Berito y los nigrománticos Bolfri. Muéstrase bajo las facciones de un joven soldado vestido de encarnado de los pies a la cabeza, montado sobre un caballo del mismo color, llevando en la frente una corona. Responde sobre lo pasado, lo presente y lo futuro. Hácese uno dueño de él por medio de los anillos mágicos, pero no se debe olvidar que miente muchas veces. Tiene el talento de cambiar todos los metales en oro, por lo que se le mira como al demonio de los alquimistas; da dignidades; hace clara y sonora la voz de los cantores, y tiene a sus órdenes veintiséis legiones.
Era el ídolo de los sichenitas, y quizás es el Beruth de Sanchoniaton, que algunos doctos creían ser Palas o Diana. El autor del Sólido tesoro del pequeño Alberto, cuenta de Berito una aventura que haría creer que este demonio no es más que un duende o un trasgo, si no fuese el mismo Berito.
Me encontré, dice, en un castillo donde se manifestaba un espíritu familiar que seis años hacía, había tomado a su cargo arreglar el reloj y limpiar los caballos. Movióme la curiosidad una mañana de examinar este arreglo, y mi admiración fue grande cuando vi correr la almohaza por las crines del caballo sin ser conducida por ninguna mano visible; el palafrenero me dijo que se había atraído aquel duende a su servicio, tomando una gallinita negra que había degollado en una encrucijada; que con la sangre de la gallina escribió en un pequeño pedazo de papel: “Be-rito cumplirá mis obligaciones durante veinte años y yo le recompensaré.” Que habiendo enterrado la gallina a un pie de profundidad, el mismo día el duende tomó a su cuidado el reloj y los caballos, y de cuando en cuando le recogía gangas que le valían algo…
El historiador parece creer que este duende era una mandrágora, pero los cabalistas no ven en ello otra cosa que una sílfida.

DEMONOLOGIA, TORTURA

Crimenes demoniacos

Crímenes demoníacos
La abominable persecución de brujos Tu debe hacernos perder de vista que también se cometieron verdaderos crímenes en nombre del Diablo. Sin embargo, sólo fueron obra de sádicos o sacerdotes indignos que apenas tenían con qué vivir. El «caso de los venenos» tuvo al me nos la virtud de revelar, entre otras, la actuación del padre Guibourg, que sacrificaba recién naci dos al Maligno para satisfacer la ambición de una amante del rey:
«Guibourg —señala el informe del interroga torio de la hija de la Voisin— ha bautizado a un niño en el seno de su madre, una muchacha a quien Lepére hizo abortar, y ha visto cómo se cocían en el horno tres o cuatro niños. Un bebé al parecer prematuro, fue presentado durante la misa de madame de Montespan, por orden de su madre, y Guibourg lo metió en una palangana lo degolló, vertió su sangre en el cáliz y la consagró junto con la hostia. Acabada la misa, ordenó que se extrajeran las entrañas del pequeño y se las entregó a la madre Voisin, quien las llevó al día siguiente a casa de Dumesnil, para destilar la sangre y la hostia en una vasija de cristal que se entregó a madame de Montespan. En cuanto al cuerpo del niño, la madre Voisin lo coció en el horno. Laporte vio sacrificar al niño, y habla de lo que hizo Guibourg con la Des Oeillets y el mylord inglés, de las inmundicias en el cáliz, de los polvos… Lo metió todo en una caja de metal blanco y se la entregó, junto con un paquete que contenía unos polvos, al mylord inglés…» (F. Ravaison, Archives de la Bastille, t. VI). 1
Cuando el ardor amoroso de Luis XIV disminuía, la Montespan recurría a aquella pandilla de asesinos; les ofrecía su generosa grupa a moda de altar y respondía sin inmutarse al ritual de la misa negra. En una nota mordaz acerca del poder y la pretendida razón de Estado invocada para tapar el escándalo, La Reynie escribe:
«En la Bastilla y Vincenness hay ciento cuarenta y siete presos, de todos ellos, no hay uno solo contra el que no se hayan presentado cargos considerables por envenenamiento o comercio con venenos, y por sacrilegios e impiedad. La mayor parte de estos crímenes quedan impunes.
»La Trianon, una mujer abominable por la índole de sus crímenes, por comerciar con venenos, no puede ser juzgada…
»Tampoco se puede juzgar a la señora Chapelain a causa de la Filastre, con quien tuvo un careo…
»Guibourg, ese hombre que no puede ser comparado con ningún otro en cuanto al número de envenenamientos, al comercio con venenos, los maleficios, sacrilegios y demás actos impíos; ese hombre que conoce a todos los criminales y es conocido por ellos, es culpable de numerosos crímenes horrendos, que ha degollado y sacrificado a varios niños; ese hombre que, además de los sacrilegios de los que es culpable, confiesa abominaciones inconcebibles, como haber atentado con métodos diabólicos contra la vida del rey; ese hombre de quien a diario sabemos cosas nuevas y execrables, que está cargado de acusaciones y crímenes de lesa majestad divina y humana…, ese Guibourg facilitará, además, la impunidad de otros criminales.
»Su concubina, la llamada Chanfrain, culpable con él de la inmolación de algunos niños, que ha participado en algunos de los sacrificios efectuados por Guibourg y que, según las apariencias y tal como se ha desarrollado el proceso, era el infame altar sobre el que él llevaba cabo sus abominaciones, quedará también impune…»
Este informe demuestra que, en determinados casos, los poderes monárquico y religioso podían llegar a establecer un pacto para evitar un escándalo que implicaba a muchas personas influyentes. Individualmente, los sacerdotes culpables de infamias, sacrilegios o asesinatos no tenían ninguna posibilidad de escapar a una ejecución pública cuando eran denunciados por la voz popular o burguesa. Pero no sucedía lo mismo con la corte o con el rey, cuyo trono quedó salpicado por el «proceso de los venenos».
Acusados de haberse entregado a la sodomía divina, Picart y Boullé fueron a la hoguera sin que mediara ningún proceso. Gauffridi sufrió la misma suerte por haber realizado un encantamiento. Y Grandier pereció por haber poseído supuestamente a una penitente en su iglesia. No se bromeaba con los iconoclastas, ni siquiera cuando estaban ebrios. En 1418, un soldado que salía de una taberna donde había perdido todo su dinero jugando, tuvo la lamentable ocurrencia de asestar una puñalada a una imagen de la Virgen situada en la zona de Saint-Martin-des-Champs. Según la leyenda, de la herida manó sangre en abundancia, y el soldado fue quemado vivo por sacrílego y blasfemo. En general, los judíos, ya sospechosos de cometer asesinatos de niños cristianos, eran acusados de este tipo de crímenes. Un judío del Hainaut, por dar cinco lanzadas (¡nos preguntamos por qué razón!) a la estatua de Notre-Dame de Cambron, fue sometido a tortura y, a continuación, liberado. Entonces, un ángel se le apareció en sueños a un anciano herrero enfermo y le pidió que vengara a la Virgen. Tras un duelo judicial —por estar el honor del cielo en juego—, el judío fue apaleado y atado a la cola de un caballo, que lo arrastró hasta el lugar del suplicio; murió quemado cabeza abajo entre dos perros. Una serie de estampas populares de principios del siglo XVII, reproducida en el Museo Criminal de Varennes y Troimaux, representa en ocho cuadros la evolución de este caso, que se remonta al año 1326.
Por la misma época en que aparecían estas estampas, se publicaban numerosas obras ilustradas acerca de supuestas compras de hostias por parte de los judíos, que querían disfrutar del placer de atravesarlas. ¡Imagínese por un momento el horror del delito! ¡El crimen de lesa majestad cometido sobre el cuerpo de Cristo! Se asistió a una especie de renacimiento de la persecución, basada en acontecimientos antiguos —acaecidos en 1290y en la ignorancia de la gente respecto a la coloración que el pan húmedo adquiere por la acción de la monas prodigiosa, un microbio de la harina. Si hemos de creer lo que se narra en la Histoire de l’Hostie Miraculeuse (París, 1664), un tal Jonathas adquirió una hostia pascual por treinta sueldos (no se osaba decir treinta dinares), para cortarla, azotarla con vergajos y atravesarla:

Demonios, salid del infierno, mirad el calvario de Francia: Jesús, atravesado por una lanza, tiene dos heridas en el corazón.
El judío, sin arrepentirse,
ha muerto en el suplicio.
Roguemos por que tal sacrificio pueda convertirnos a todos.

Nadie nos diga, después de esto, que el racismo y la propaganda son fenómenos puramente contemporáneos…

BIZARRO, MONSTRUOSIDADES

Dolor y Voluptuosidad, Necrofilia

Necrofilia
Al hablar de este tipo de coleccionismo abordamos una nueva perversión instintiva, la necrofilia, cuyas variantes sádicas guardan relación con el tema que estamos tratando. Cabe entender —quizá con dificultad, pero de un modo razonable— que algunos criminales experimenten una sensación de voluptuosidad al matar en el momento de la unión sexual o inmediatamente después. Estaban tratando con un ser vivo sensible, capaz de experimentar un sentimiento de dolor y de manifestarlo. Los gritos, el llanto y los sobresaltos excitaban un ardor sexual que sólo conseguían calmar matando. En ocasiones, la disección aparecía como el corolario supremo de la carnicería, o como la conclusión del prurito. Ahora bien, según hemos visto ya, hay criminales que conservan algo de los restos de sus víctimas: Haarmann guardaba algunos huesos, Vacher y Jack el Destripador, una parte de los órganos genitales, y Gilles de Rays celebraba concursos de cabezas cortadas.
«Besaba a los niños muertos —confesó el 22 de octubre de 1440—, y a los que tenían la cabeza y los miembros más hermosos, los ofrecía a la contemplación, y llevaba su crueldad al extremo de hacer que les abrieran el cuerpo para deleitarse con la visión de sus órganos internos. Y lo más común era que, cuando los niños morían, se sentara sobre su vientre y se complaciera viéndoles morir, en medio de grandes risas…»
La flagelación, la disección y las quemaduras parecen juegos de niños comparados con estas fantasías que tienen la muerte como blanco y pasatiempo favorito. En estos casos, la excitación amorosa se basa en el recuerdo de un ser desaparecido del que se ha obtenido un fugaz placer. Así pues, ¿a qué matar, si el desmembramiento corporal basta para aplacar los sentidos, si la mera contemplación del cadáver excita la imaginación destructora y morbosa? Como muy bien ha observado Burdach, la lubricidad está más relacionada con la satisfacción de los sentidos que con el alivio de los testículos. Esta consideración encaja de maravilla con los necrófilos, entre los cuales debería incluirse a buen número de verdugos, y de aficionados a las emociones fuertes. En el pasado, en el depósito de cadáveres de París, «cuando cada cual había apurado su copa, la gente se dirigía a la sala principal y asistía al espectáculo que ofrecía el encargado, quien actuaba con la precisión del forense que practica las autopsias judiciales. Por ejemplo, hundía una aguja gruesa en el abdomen del cadáver, prendía fuego al gas mefítico que fluía por el agujero y, apagando las demás luces, lograba un efecto lumínico de lo más vistoso… Los cadáveres de varones eran los más apreciados. El cuerpo de un hombre que hubiera permanecido seis semanas bajo el agua ofrecía las mejores condiciones para el espectáculo: en lugar de practicarle la punzada en el vientre, como a las mujeres, le pinchaban en las partes sexuales, en medio del delirio de la concurrencia. Se hacían apuestas sobre la mayor o menor duración de estos fuegos artificiales tan peculiares y, así, los muertos divertían a los vivos» (Macé, Mon Musée Criminel, p. 108).
Los prostíbulos de lujo ofrecían a su clientela voluptuosidades de ultratumba… o cuando menos un anticipo de las mismas.
«La pasión de un alto dignatario eclesiástico, prelado in partibus que residía cerca de París, eran los cadáveres. Entraba vestido de seglar en su lupanar habitual y, una vez dentro, recuperaba su aspecto normal gracias a una sotana que tenían reservada para su uso exclusivo. Previamente, habían dispuesto para él una habitación tapizada enteramente de terciopelo negro tachonado de lágrimas de plata, donde una mujer empolvada de blanco, para imitar la palidez de la muerte, yacía inerte en la cama. Grandes candelabros de plata, con largas velas, iluminaban esta escena tenebrosa con un resplandor lúgubre. El prelado maníaco se arrodillaba a la cabecera de la cama y mascullaba palabras incomprensibles como si estuviera entonando un salmo fúnebre. En un momento dado, se abalanzaba sobre la seudodifunta, que tenía la orden de no realizar un solo movimiento pasara lo que pasase…» (Léo Taxil, La prostitutioi contemporaine, París, 1884, p. 171).
En más de una ocasión, este simulacro dejó de serlo y se utilizó un cadáver auténtico. Según cuenta Herodoto (Libro II, cap. 89), en Egipto procuraban no entregar en seguida los cuerpos de las personas de rango a los embalsamadores. En épocas posteriores, vigilantes de cementerios, guardianes de las aulas de anatomía y «plañideros» pervertidos mancillaron más de un cuerpo confiado a su custodia. Victor Ardisson, el «vampiro del Muy», llegó a ser un experto en este tipo de ejercicios. Enterrador de profesión, absolutamente amoral de vocación y, por añadidura, anósmico, abusó de un centenar de vírgenes, matronas y ancianas, parte de cuyos restos conservaba. Incluso mantenía conversaciones —o más bien monólogos— con las muchachas que desenterraba.
«Me enteré —nos cuenta en una especie de confesión espontánea— de que una joven en la que me había fijado estaba gravemente enferma. Esta noticia me causó un gran placer y me juré poseerla cuando estuviera muerta. Tuve que esperar varios días, con gran impaciencia por mi parte. Día y noche, aquella joven se me aparecía viva, y cada vez que sucedía esto tenía una erección.
»Cuando supe que había muerto, pensé en exhumarla la misma noche de su entierro… Me satisfizo tanto que me oriné sobre el cadáver, y luego decidí llevármelo a casa. Durante el trayecto, abrazaba el cuerpo y le decía: “Te llevo a casa. Allí estarás bien, no te haré ningún daño”… Hasta el momento de mi detención, pasé todas las noches con ella. Durante todo ese tiempo no se produjo la muerte de ninguna muchacha. En caso contrario, habría llevado también el cadáver a mi casa. Lo hubiese acostado junto al otro y los hubiera acariciado a ambos. No olvidaba la cabeza cortada (de una chiquilla) y, de vez en cuando, iba a besarla.»
Como a Vacher, y como a tantos otros, a Ardisson le dedicaron una «copla». He aquí un fragmento:

Semejante monstruo de sadismo, no ofrece el menor interés.

Aunque se invoque el atavismo, es culpable sin vacilación.
¡Violar a los vivos ya es despreciable!
Pero violar cadáveres
es todavía más espantoso.
Por eso están tristes los franceses,
¡porque los franceses respetan la muerte!
Imaginar que un cadáver pueda hablarnos, respondernos y experimentar alguna voluptuosa sensación a nuestro contacto, es síntoma de locura y de una grave desviación de la conducta. También lo es creer que ese cadáver pueda sufrir cuando lo desmembramos con más voluptuosidad de la que experimentaríamos violándolo. El impulso de descuartizar que sentía el sargento Bertrand, tenía su origen en un sadismo precoz y en las mutilaciones infligidas a los animales. Procedente de una familia acomodada, hombre apuesto y seductor, con incontables destinos en diferentes guarniciones, Bertrand sólo experimentaba auténtico placer cuando desarticulaba cadáveres que desenterraba de las tumbas con sus propias manos.
«… La primera víctima de mi pasión fue una joven cuyos miembros dispersé después de haberla mutilado. Esta profanación tuvo lugar el 25 de julio de 1848… Lo demás sucedió en un cementerio donde se da sepultura a los suicidas y las personas muertas en hospitales. El primer individuo que exhumé en este lugar fue un ahogado al que sólo le abrí el vientre… Hay que subrayar que nunca he podido mutilar a un hombre, casi nunca los tocaba, mientras que cortaba a una mujer a trozos con un placer extremo. No sé a qué atribuir este hecho… Al principio, me entregaba a los excesos de los que he hablado cuando estaba un poco bebido, pero más adelante ya no tuve necesidad de excitarme con la bebida; cualquier contrariedad bastaba para impulsarme al mal.
»Por lo que he contado, podría creerse que también me sentía inclinado a hacer daño a los vivos. Pero, muy al contrario, era sumamente afectuoso con todo el mundo y no habría podido hacer daño a un niño. También estoy seguro de no tener un solo enemigo; todos los oficiales me apreciaban por mi franqueza y mi amabilidad» (fragmentos de una nota redactada por Bertrand).
El hombre es un monstruo. No sólo se ensaña con animales inocentes, con sus compañeras, con su descendencia, sino que llega a recurrir a los cadáveres para aplacar una insaciable sed de placer. Su deseo no conoce ni lugar, ni hora, ni estación. Sufre su tiranía del mismo modo que sufre la de una violencia que le conduce a la tortura y las depravaciones. Eros está más unido que nunca a Thanatos. Para que nos hablen luego de los buenos salvajes, del imperativo categórico, de la moral innata…

DEMONOLOGIA

AMDUSCIAS, demonio

AMDUSCIAS Gran duque de los infiernos con figura de unicornio.

Sin embargo cuando se le evoca se muestra con figura humana.

Da conciertos si se le piden, pero se oye el sonido de las trompetas y otros instrumentos músicos sin verlos.

Los árboles se inclinan a su voz; manda veintinueve legiones.

MONSTRUOSIDADES

Ambroise Pare, Malformaciones

EJEMPLO DE LA ESTRECHEZ O PEQUEÑEZ
DE LA MATRIZ
TAMBI É N se forman monstruos debido a la estrechez del cuerpo de la matriz, del mismo modo que vemos que una pera unida al árbol, colocada en un recipiente estrecho antes de que crezca, no puede alcanzar su desarrollo completo; esto lo saben también las señoras que crían perrillos en cestas pequeñas o en otros recipientes estrechos, para impedir su crecimiento. Del mismo modo, la planta que nace del suelo, al encontrar una piedra u otro objeto sólido en el lugar en el que brota, se tuerce, engorda por un lado y es débil por otro; igualmente, los niños salen del vientre de su madre monstruosos y deformes. Pues dice [Hipócrates] que un cuerpo que se mueve en lugar estrecho, por fuerza, ha de volverse mutilado y defectuoso. De modo semejante, Empédocles y Dífilo lo han atribuido al exceso o al defecto y corrupción del semen, o a la mala disposición de la matriz; lo que puede ser cierto por analogía con las cosas fusibles, en las que, si la materia que se quiere fundir no está bien cocida, purificada y preparada, o si el molde es desigual o está mal dispuesto por cualquier otra causa, la medalla o efigie que sale de él es defectuosa, fea y deforme.

EJEMPLO DE LOS MONSTRUOS QUE SE FORMAN
POR HABER PERMANECIDO LA MADRE DURANTE
DEMASIADO TIEMPO SENTADA, CON LOS MUSLOS
CRUZADOS, O POR HABERSE VENDADO Y APRETADO
DEMASIADO EL VIENTRE DURANTE SU EMBARAZO
A. veces sucede también, accidentalmente, que la matriz es bastante amplia por naturaleza, pero que la mujer encinta, por haber permanecido casi siempre sentada durante el embarazo y con los muslos cruzados, como lo hacen con frecuencia las modistas o las que realizan labores de tapicería sobre sus rodillas, o por haberse vendado y oprimido en exceso el vientre, los niños nacen encorvados, jorobados y contrahechos, y algunos con las manos y pies torcidos, como lo ves en esta imagen [Fig. 29].
Imagen de un prodigio, un niño petrificado que fue hallado en el interior del cadáver de una mujer en la ciudad de Sens, el 16 de mayo de 1582, teniendo ella sesenta y ocho años, y después de haberlo llevado en su vientre durante el tiempo de veintiocho años [Fig. 30]. El niño estaba casi totalmente recogido en una bolsa pero aquí está representado en toda su longitud, para mostrar mejor el aspecto entero de sus miembros, a excepción de una mano, que era defectuosa.
Esto puede confirmarse con el testimonio de Matías Cornax, médico de Maximiliano, rey de romanos, quien relata que asistió en persona a la disección del vientre de una mujer, que había llevado a su hijo en la matriz por espacio de cuatro años. También Egidius Hertages, médico en Bruselas, menciona a una mujer que llevó en sus flancos, durante trece años cumplidos, el esqueleto de un niño muerto. Johannes Langius, en la epístola que escribe a Aquiles Bassarus, da también testimonio de una mujer, procedente de un pueblo llamado Eberbach, que expulsó los huesos de un niño muerto en su vientre diez años antes.

DEMONOLOGIA

ADRAMELECH, Demonio

ADRAMELECH Gran canciller de los infiernos.

Intendente del guardarropa del soberano de los demonios, presidente del alto consejo de los diablos; era adorado en Sépharvaim, ciudad de Asiria, en la que se quemaban niños sobre un altar; los rabinos dicen que se muestra bajo la figura de un mulo, y algunas veces bajo la de un pavo real.