AGNAN, demonio
Pucel, demonio
Grande y poderoso duque de los infiernos.
Aparece bajo la forma de un ángel tenebroso y contesta las preguntas que le hace sobre las ciencias oscuras; enseñó también las artes liberales, la geometría, produce grandes ruidos y hace sentir murmullo de agua en los parajes en que no la hay.
Además gobierna cuarenta y ocho legiones.
ARNOLDO DE VILLANUEVA
ARNOLDO DE VILLANUEVA Médico átropologo, hereje, alquimista y brujo. Nació en Mompeller en el siglo trece y murió en un naufragio en 1314. Decía que las buenas obras y servicios hechos a la humanidad son preferibles a todo lo que llaman obras pías, lo que le hizo condenar como a hereje, obligándole fugarse a Cicilia.
La química le debe muchos descubrimientos y a pesar de que verdaderamente sólo busacaba la piedra filosofal, y pensaba en hacer oro, encontró los tres ácidos: sulfúrico, muriático y nítrico; fue el primero que compuso el alcohol y la ratafia, dio a conocer la esencia de trementina, regularizó la destilación ,etc, etc. Sus vastos conocimientos en medicina iban mezclados con sueños astrológicos y predijo el fin del mundo para el año de 1505.
Crimenes por lujuria
nick o Nickar, demonio
Konstantin Raudive, Padre de la psicofonia.
EL alemán Konstantin Raudive completó y perfeccionó hasta el virtuosismo el método descubierto por Jürgenson para grabar «las voces de los muertos», de modo que se le considera el padre de las psicofonias. Los experimentos de Raudive, llevados a cabo con la valiosa colaboración de varios ingenieros de sonido y científicos de primera talla, como el físico del Instituto Saint Gall Alex Scheneider, cristalizaron en un increíble informe, acompañado de un disco, que se publicó en 1968 bajo el título de «Lo inaudible se hace audible siguiendo las huellas de un mundo de espíritus».
Dolor y Voluptuosidad, El ahorcamiento simulado
El ahorcamiento simulado
Al contrario que en el caso de la flagelación, el ahorcamiento simulado es muy peligroso. Sin lugar a dudas, provoca la erección, y con frecuencia incluso la eyaculación, pero quienes se entregan a este vicio, generalmente solitario (aunque en Inglaterra hubo clubs de «colgados» hasta finales del siglo XIV), arriesgan la vida. Extremadamente débil y agotado por los desenfrenos y el abuso de la fellatio, Luis de Borbón, el último de los Condé, fue encontrado ahorcado por su propia mano (cuando, por otra parte, huía de los encantos de la baronesa de Feuchéres, que le parecían demasiado peligrosos). Se dijo que se había colgado accidentalmente de la falleba de la puerta de su habitación, pero el estado del cadáver no dejaba ninguna duda. «Princeps enim, ut diximus, erecto membro, sperma ejaculatus, inventus est», dijo el forense en su informe. ¿Cabe acaso dar detalles más concretos?
Afortunadamente, los casos de ahorcamiento erótico seguido de muerte son infrecuentes. En general, la prensa los ignora o se refiere a ellos como suicidios, basándose en el informe de los expertos. No obstante, el doctor Béroud, de Marsella, destaca el caso de un masoquista que fue encontrado a finales de 1948 con los muslos totalmente manchados. Y añade:
«No hace mucho se ha producido un caso similar en una ciudad del Oeste, el de un masoquista que, despreciando los encantos de su joven esposa, mostraba sus preferencias por un complicado arsenal en el que figuraban seis collares de perro, cuatro ganchos de carnicero, un látigo y correas de cuero. Lo encontraron colgado de un collar de perro y completamente desnudo. Lo único que llevaba eran unas gafas de automovilista.»
En junio de 1966 se encontró a un muchacho de dieciséis años en los bosques de Issenheim, en el Alto Rhin, con una cuerda atada a los órganos sexuales. Mencionemos también el caso del pinche travestido de Ligny-en-Barrois, que nunca fue esclarecido.
Rubezal o Ribesal
RUBEZAL o RIBESAL Príncipe de los Gnomos.
Famoso entre los habitantes de los montes Sudetos.
Es sumamente maligno, corno todos los seres de su especie, y hace mil picardías a los montañeses. Hanse escrito tomos respecto de él, y también es el héroe de algunas novelas y sin embargo aún no está bastante claro lo que concierne a este duende, que probablemente es un personaje de la antigua mitología.
Todavía se aparece en algún territorio lejano, pero cada año va perdiendo fama y crédito.
Dolor y Voluptuosidad, Cinturon de castidad
El cinturón de castidad
La libertad de que goza hoy en día la mayoría de mujeres explica la escasez de casos de secuestro y violencia corporal. De cualquier modo, todavía existen maridos que, cegados por un ataque de celos morbosos, son capaces de recorrer innumerables tiendas en busca de un cinturón de castidad, de atar a su esposa a los barrotes de la cama o de hacerle llevar pistones de motor de explosión en los tobillos. Una vez conocidos, estos casos producen risa, ya que no se reflexiona en el aspecto patológico de la cuestión. La evocación del cinturón de castidad suscita inmediatamente la hilaridad. Se piensa en lo ridículo del objeto y en el exceso de precauciones inútiles por parte del celoso, la mayoría de las veces burlado. Se compadece al amante fogoso, cuyas demostraciones de ternura son castigadas por una doble cuchilla, como escribe A. Piron en Le Bougie de Noél:
De los dos resortes, la bella sujetaba uno, el amante el otro, y en esta aventura
la serpiente sostiene con firmeza
[la unión de ambos, y se sumerge al instante con viveza
en el sueño de la voluptuosidad.
Este doble acercamiento hace
[abandonarse, olvidarse,
estar dispuesto a perder la vida,
no pensar en nada, sino sentirlo todo,
y en este transporte tan poderoso,
en medio del calor que la inflama,
la serpiente acaba siendo víctima funesta
de las cuchillas liberadas, y este lugar tan bello, trono de sus placeres,
se convierte en su tumba.
Se olvida con demasiada frecuencia el consentimiento de la mujer, que, como se señala en la Historia de O, la convierte en un objeto a disposición exclusivamente del placer del señor, cuando el señor decide entregarse a él. Inventado por Francois de Carrare en el siglo XIV, el cinturón es mencionado por Rabelais y Brantóme. El primero nos muestra a Panurgo colocando a su mujer un «bergamasco»; el segundo nos narra el caso de un cerrajero que, por intentar vender tales cinturones fue amenazado de muerte y, finalmente, desapareció. En la Enciclopedia, Diderot lo describe en los términos siguientes:
«Es un presente que un marido celoso hace a veces a su mujer al día siguiente de la boda. Este cinturón está formado por dos láminas de hierro muy flexibles, ensambladas en forma de cruz y cubiertas de terciopelo; una de estas láminas rodea el cuerpo a la altura de los riñones; la otra pasa entre los muslos y su extremo se une con los dos de la primera lámina; un candado, del que hay una sola llave, la cual está en poder del marido, cierra los tres extremos.»
La confección del cinturón en todas las épocas, con los pretextos más diversos (la moral, el respeto a los tabúes sociales, la decencia más elemental), indica la persistencia de una manía sexual caracterizada. Esta sencilla pero auténtica descripción del abogado Freydier, de Nimes, nos proporciona una prueba de ello:
«Es una especie de calzón bordado y con mallas, con numerosos hilos de latón entrelazados unos con otros, formando un cinturón que remata, por delante, con un candado cuya llave sólo tiene el señor Berlhe. Este artilugio que constituye el recinto de la prisión de la cual él es el carcelero, tiene diferentes costuras que permanecen ocultas, de trecho en trecho, por precintos de lacre cuyo sello tiene el señor Berlhe» (contra la introducción de los candados o cinturones de castidad en Francia, en favor de la señorita Marie Lajon, acusadora, 1750).
Los celos del esposo no lo explican todo. Lo importante es reducir a la mujer, envilecerla de algún modo, hacerle sentir que depende por entero del poseedor de la llave. Y el principio se aplica tanto a la amante como a la esposa, la matrona o la hija impúber. En 1869, un fabricante de bragueros inventó un aparato «guardián de la fidelidad», que un notario de Aveyron avaló moralmente con el siguiente programa, que vale su peso en candados:
«Semejante invento no necesita elogios, ya que todo el mundo sabe el servicio que puede prestar. Gracias a él se podrá poner a las jóvenes a salvo de esos desgraciados que las cubren de vergüenza y sumen a las familias en el duelo. El marido dejará a su esposa sin temor de ser ultrajado en su honor y su afecto. Terminarán infinidad de discusiones e ignominias. Los padres estarán seguros de su paternidad y les será posible tener bajo llave cosas más preciosas que el oro… En una época de desórdenes como la que vivimos, hay tantos esposos burlados, tantas madres engañadas, que he creído hacer una buena acción y prestar un servicio a la sociedad, ofreciéndole un invento destinado a proteger las buenas costumbres» (Mandato de buscadores y curiosos).
A mediados del presente siglo, el uso del cinturón aún no había desaparecido: en 1957, un joyero de Chátellerault (¡lejos de Sicilia o de Marruecos!) amenazó a su esposa con un revólver y precintó su carne con un magnífico anillo de oro para impedir que pudiera pertenecer a otro hombre. Al hacerse pública su ridícula conducta, se vio abocado al suicidio.
Mucho más cruel fue el método de venganza empleado por un médico annamita con una amante infiel. El informe forense del doctor Dubois (Saigón, 1893) dice:
«Tuvo la infernal idea de aprovechar que dormitaba a la hora de la siesta, para introducirle en la vagina un trozo de madera dura, tallado en forma de miembro viril y provisto de una corona de varillas de hierro, cuyo extremo libre, muy acerado, una vez introducido debía dirigirse contra las paredes del conducto y, por estar orientado hacia la vulva, hundirse en ella al menor intento de extracción. Como se puede suponer, los desgarrones que sufrió la desdichada fueron espantosos.»