DEMONOLOGIA

BEL, demonio

BEL Divinidad suprema de los caldeos.

Vierio dice que es un viejo demonio cuya voz es hueca.

Los pueblos que le hicieron su dios contaban que al principio el mundo sólo era un caos habitado por monstruos, a los cuales mató Bel, arregló el universo, hízose cortar la cabeza por uno de sus servidores, mojó la tierra con su sangre, y de ella formó los animá­is y los hombres.

 

DEMONOLOGIA

Dance of sabbath o junta de Brujos

JUNTA DE BRUJOS
Llamábase así y también sábado la asamblea de los demonios y de los brujos y brujas, en sus orgías noctur­nas. En ellas se ocupan de ordinario en hacer o meditar algún mal, a dar temores y miedo, en preparar los maleficios y en misterios abo­minables.
La junta se verifica en una encrucijada, o en algún lugar desierto y salvaje, cerca de un lago o de un estanque, porque en él hacen el granizo y levantan las tempestades. El lugar que sirve para estas nocturnas reuniones reci­be tal maldición que no crece en él ni hierba ni planta alguna. Strezzi dice que ha visto en un campo, cerca de Vicenza, un círculo alre­dedor de un castaño, y cuya tierra era tan árida como las ardientes arenas de Libia, por­que los brujos danzaban en él y tenían allí su sábado. Las noches ordinarias para la convo­cación de la junta son la del miércoles al jue­ves, o la del viernes al sábado; algunas veces se reúnen los brujos al medio día; pero es muy raro. Todos llevan una marca que el diablo les ha impreso en las nalgas o en otro lugar secreto; esta marca, por un movimiento inte­rior que les causa, les advierte la hora de la junta. En caso de necesidad, el diablo hace aparecer en una nube a un carnero (que nadie más que los brujos pueden ver) para reunir a la asamblea en un instante. En los casos ordinarios, llegada la hora de la partida, luego que los brujos han dormido, o al menos cerra­do un ojo, que es de obligación, se trasladan al sábado montados en palos, o en mangos de escoba, untados con un ungüento hecho de. la gordura de un niño recién nacido; o bien diablos subalternos los transportan, bajo la forma de machos, de cabríos, de caballos, de asnos, o de otros animales. Este viaje lo hacen siem­pre por los aires. Cuando las brujas se untan las ingles para montar en el mango de escoba que debe llevarlas al sábado, repiten muchas veces estas palabras: Emen-hetan!, emen-he-tari!,que significa, según Delancre, ¡aquí y allí!, ¡aquí y allí!
Había sin embargo en Francia brujas que iban a la junta nocturna sin palo, ni grasa, ni montura; sólo pronunciando algnnas palabras. Pero las de Italia han tenido siempre un chi­vo en la puerta que les esperaba para condu­cirlas a ella. Es de notar que deben todos ¡salir por el cañón de la chimenea, a no ser que ten­gan un permiso especial, lo que es bastante difícil obtener. Eos que faltan a la cita pagan una multa, pues el diablo gusta de la disci­plina.
Las brujas conducen frecuentemente al sá­bado, por diferentes usos, niños que ellas ro­ban. Si una bruja promete presentar al diablo en el próximo sábado el hijo o hija de algún mendigo de la vecindad y no puede encon­trarle, se ve obligado a presentar a hijo o a otro niño cualquiera. Los niños que tienen el honor de agradar al diablo son admitidos en­tre sus servidores, del siguiente modo: Maese Leonardo, el gran negro, presidente de las nocturnas orgías, y el diablillo Juan Mull in, su segundo, dan primeramente un padrino y una madrina al niño; luego se le hace renun­ciar a Dios, a la Virgen y a los santos, y luego que ha renegado sobre el gran libro, Leonar­do le señala en el ojo izquierdo con uno de sus cuernos. Lleva esta marca todo el tiempo que duran las pruebas, al cabo del cual, si se ha portado gloriosamente, el diablo le pone el grande signo entre las nalgas; esta marca tiene la figura de un cabrito, de una pata de sapo, o de un pie de gato negro.
Durante todo el noviciado, encárgase a los niños admitidos a guardar los sapos con una vara blanca en las orillas del lago, todos los días de la asamblea, cuando han recibido la segunda marca, que es para ellos una especie de certificado de su recepción, son admitidos a la danza y al festín. Los brujos iniciados en los misterios del sábado acostumbran a decir: He bebido tamboril, he comido címbalo y soy profeso. Lo que Leloyer explica de esta suer­te: Por el tamboril se entiende la piel de chi­vo hinchada, de la cual sacan el zumo para beberlo; y el címbalo, el caldero que usan para cocer sus manjares. Los niños que no prometen adelantos en la carrera de la brujería son condenados a ser cocidos en él. Bru­jas hay preparadas para destrozarlos y pre­pararlos para el banquete.
Luego que se llega al sábado, lo primero que se hace es tributar homenaje a Maese Leo­nardo. Está sentado éste en un trono infernal, ordinariamente bajo la figura de un gran chi­vo, con tres cuernos, de los cuales el de enmedio despide una luz rojiza que alumbra toda la asamblea; algunas veces se ve en forma ele un lebrel, o de un buey, o de un tronco de ár­bol sin pies, con una figura humana muy som­bría; de un pájaro negro, o de un hombre ne­gro o encarnado. Pero su forma favorita es la primera, la de un gran chivo. Entonces tie­ne en la frente el cuerno luminoso, los otros dos en cada lado del cuello, una corona ne­gra, los pelos herizados, la cara pálida y tor­va, los ojos redondos, grandes y muy encendi­dos y asquerosos, barba de cabra, las manos como las de hombre, excepto los dedos que son todos iguales, coitos como las garras de un ave de rapiña y terminando en punta, los pies como patas de ganso, la cola larga como la de un asno; tiene la voz horrible y sin tono, una gravedad soberbia y el continente de una persona melancólica; pero lo más particular es que tiene bajo la cola una cara humana ne­gra, que todos los brujos besan al llegar al sábado.
Preguntada una bruja sobre el particular, sí había besado la parte posterior del diablo, contestó que había una cara entre el trasero y la cola del gran maestro; que en esta cara de detrás era donde se besaba y no en el trasero, que los chiquillos estaban exceptuados de esta ceremonia, y que Leonardo les besaba el tra­sero mientras recibía los homenajes de sus ser­vidores. Semejante testimonio debe quitar to­das las dudas.
Leonardo da en seguida algún dinero a cuantos le han besado el trasero, y luego se levanta para el festín, en el que el maestro de ceremonias va colocando a todos según su clase, con un diablo al lado. Algunos brujos han dicho que los manteles son dorados, y que se sirve toda clase de exquisitos manjares con pan y vino delicados; pero el mayor de los brujos más entendidos confiesa que sólo se sirven sapos, carne de ahorcados, recién na­cidos no bautizados y mil otras cosas horro­rosas, y que el pan del diablo es hecho de mijo negro. Se cantan, durante la comida, can­ciones impúdicas y después que se ha comi­do se levantan los manteles, adoran al gran maestro, y luego cada uno se entrega a los placeres que más le acomodan. Unos se ponen en camisa y bailan a la redonda, teniendo cada uno un grueso gato ahorcado a sus es­paldas; otros dan cuenta de los males que han hecho, y los que no han hecho bastantes son castigados como merecen: algunos brujos responden a las acusaciones de los sapos que les sirven; cuando se quejan de no ser bien alimentados por sus amas, éstas son castiga­das; los correctores del sábado son diablillos sin brazos que encienden un gran fuego en el que arrojan a los culpados, sacándolos cuan­do es menester.
Allí se bautizan sapos vestidos de tercio­pelo encarnado o negro, con una campanilla al cuello y otra en los pies; un padrino les sostiene la cabeza y una madrina la parte opuesta, y después que se les ha dado un nombre se les envía a las brujas que han me­recido bien de las legiones infernales. Aquí una mágica celebra la misa del diablo para los que la quieran oír; allí una mujer se en­trega al adulterio a vista de su marido, sin que se ofenda, y aún se cree honrado. Empero, lo más abominable: el padre deshonra a su hija sin vergüenza, la madre se abandona a su hijo y la hermana al hermano. La mayor parte bailan desnudos, y las mujeres en este estado se paran de cuando en cuando para be­sar el trasero del maestro del sábado, con una candela en la mano; otros forman cuadrillas con sapos vestidos de terciopelo y cargados de campanillas, cuyas diversiones duran has­ta el canto del gallo, pues en este momento todos se ven obligados a desaparecer; enton­ces el gran negro se mea en un agujero, rocía con sus orines a los circunstantes, les despide y cada uno vuelve a su casa.
Cuéntase que avisado un carbonero de que su mujer iba al sábado, resolvió acecharla, y una noche que fingía dormir levantóse ella, frotóse con una droga y desapareció. El car­bonero, que lo había visto, hizo otro tanto y fue inmediatamente trasportado por la chime­nea al subterráneo de un conde, hombre de consideración en el país, donde encontró a su mujer reunida con todos los demás brujos, para una sesión secreta. Habiéndole ella vis­to hizo una seña y al momento todo voló, que­dando solo en el subterráneo el carbonero, que al verse preso por ladrón, confesó cuanto había pasado y lo que había visto en aquel subterráneo.
Encontrándose un labriego en una reunión de brujos, le dieron de beber, pero él lanzó el licor y huyó llevándose el vaso que era de un materia y color desconocidos, cuyo vaso fue entregado a Enrique el Viejo, rey de In­glaterra, si creemos el cuento. Empero, a pe­sar de su valor y extrañeza, el vaso habrá sin duda vuelto a su primitivo dueño.
También un leñador alemán oyó, pasando una noche por un bosque, el ruido de la dan­za del sábado; tuvo atrevimiento para acer­carse y todo desapareció, pero pudo tomar unas copas de plata que trajo al magistrado, quien mandó prender y ahorcar aquellos cu­yos nombres llevaban las copas.
Un brujo llevó a su vecino al sábado, pro­metiéndole que sería el hombre más feliz del mundo. Llevóle muy lejos, donde había una numerosa reunión en cuyo centro descollaba un gran chivo cuyo trasero iban a besar. El aprendiz de brujo, a quien no gustaba esta ceremonia, llamó a Dios en su auxilio, y al momento vio un horroroso torbellino: todo de­sapareció, quedó solo y tuvo que andar tres años para regresar a su país.
El sábado tiene lugar, dicen los cabalistas, cuando los sabios reúnen a los gnomos, para obligarles a casarse con las hijas de los hom­bres. El gran Orfeo fue el primero que evocó estos pueblos subterráneos. A su primera amo­nestación, Sabasio, el gnomo más antiguo, se inmortalizó aliándose con una mujer. De Sa­basio, pues, ha tomado su nombre esta reunión, sobre la que se han dicho mil cuentos imper­tinentes y que los sabios no convocan sino para mayor gloria del soberano ser. Los demonó-manos suponen también que Orfeo fundó el sábado, y que los primeros brujos que se re­unieron se llamaban Orfeotolestes;pero el verdadero manantial de estos cuentos imper­tinentes que se refieren del sábado, procede de las bacanales, en que se invocaba a Baco, exclamando: ¡Saboé!

DEMONOLOGIA

BELAAM, demonio

BELAAM

Demonio de quien no se sabe otra cosa sino que el 8 de diciembre del año 1632.

Se entró en el cuerpo de la hermana Jua­na de los Angeles, religiosa de Loudun, con Isaacaro y Behemoto, cuyo lugar le precisa­ron a dejar.

DEMONOLOGIA

FOCALOR, demonio

FOCALOR
Gran general de los infiernos.
Que se muestra bajo la figura de un hombre con alas de grifo. Bajo esta forma mata a los ciudadanos y los arroja a las olas; manda enel mar y a los vientos. Derriba los buques de guerra.
Espera entrar en el cielo dentro mil años, pero se engaña; manda treinta legiones,y solo refunfuñando obedece al exorcista.
DEMONOLOGIA

BELIAL, demonio

BELIAL Demonio de la sodomía, adora­do antiguamente de los sidonianos, como se ve por el capítulo 2.° del libro 1.° de los re­sé dice que el infierno no ha recibido espíritu más disoluto, más borrachón, ni más enamorado del vicio por el vicio mismo. Sin embargo, si su alma es hedionda y vil, su ior es hermosísimo, tiene un talante lleno de gracia y dignidad y el cielo no ha perdido otro más bello habitante. Tributábasele culto en Sodoma y otras poblaciones, pero jamás se atrevieron a erigirle altares. Delancre dice que es un gran malvado, cuyo nombre signi­fica rebelde o desobediente.

Vierio, en su revista de la monarquía de Satán, le consagra un largo artículo. “Créese, dice, que Belial, uno de los reyes del infier­no, fue criado inmediatamente después de Lu­cifer, y que arrastró a la mayor parte de los ángeles a la revolución, y fue también uno de los primeros que fueron arrojados del pa­raíso. Cuando se le evoca, se le hace por me­dio de ofrendas responder con sinceridad a las preguntas, pero pronto cuenta mentiras, si no se le conjura por el nombre de Dios a que diga siempre la verdad. Muéstrase a ve­ces con la forma de un ángel muy hermoso, sentado en un carro de fuego; habla con ame­nidad; procura dignidades y favores; hace vivir a los amigos en buena inteligencia, y procura excelentes criados. Manda ochenta le­giones. Es muy exacto en socorrer a los que se le someten; y si faltase es muy fácil cas­tigarle, como hizo Salomón, que le encerró en una botella con todas sus legiones, a pesar de que forman un ejército de quinientos veintidós mil doscientos ochenta diablos. Necesario era que fuese muy grande la tal botella.
Pero Salomón era tan poderoso, que se cuen­ta que en otra ocasión aprisionó igualmente seis mil seiscientos sesenta y seis millones de diablos que no pudieron resistirle.
Añádese que fue la arrogancia de Belial la que le hizo castigar de esta suerte; pero ¿cómo se podrá conciliar esto con lo que otros dicen de que Salomón, seducido por una de sus con­cubinas, adoró un día a Belial y se prosternó ante su imagen? Algunos doctos cuentan que Salomón colocó la botella en que estaba Be­lial dentro de un gran pozo, el que cerró con una piedra, cerca de la ciudad de Babilonia; que los babilonios bajaron a aquel pozo cre­yendo encontrar tesoros; rompieron la botella; escapáronse todos los diablos, y Belial, que temía le cogiesen de nuevo, se metió pronto dentro un ídolo que encontró vacío, y empezó a dar oráculos, lo que hizo que le adorasen los babilonios.

DEMONOLOGIA

BEKKER Baltasar, Teologo

BEKKER (Baltasar) Doctor en Teología y ministro en Amsterdam., nacido en 1634.
jEste Baltasar Bekker, dice Voltaire, era muy buen hombre, gran enemigo del infierno eterno y del diablo; metió mucho ruido en su tiempo por su gran libro titulado El mundo encamado. El diablo tenía entonces gran cré­dito entre los teólogos de todas especies, a pesar de Bayle y los buenos talentos que em­pezaban a ilustrar el mundo. La brujería, las posesiones y todo lo adherente a ellas estaban en voga por toda la Europa, y tenían común­mente funestas consecuencias.
“En todos los tribunales resonaban senten­cias contra brujos, y tantos horrores determi­naron al buen Bekker a combatir al diablo.
“Se ha dicho, en verso y. prosa, que hacía muy mal en atacarle, respecto de que eran muy parecidos, por ser Bekker horriblemente feo; nada le contuvo; empezó negando absoluta­mente el poder de Satanás, y se enardeció hasta el extremo de sostener que no existía, porque si hubiese algún diablo, decía, se ven­garía de la guerra que le hago. Ello es que otros ministros, sus cohermanos, tomaron el partido de Satanás y depusieron a Bekker.”
Había ya sufrido muchos chismes por sus antecedentes obras. En uno de sus catecismos, Los platos de cuaresma (1), reducía las penas del infierno a la desesperación de los conde­nados, cuya duración limitaba, insinuando que la eternidad de los suplicios es contraria a la bondad de Dios. Acusósele.de socinianismo y cartesianismo porque en otro libro sostenía que la filosofía de Descartes podía aliarse con la teología; su catecismo fue condenado por un sínodo.
El autor fue a establecerse en Amsterdam donde, con ocasión del cometa de 1680, pu­blicó unas observaciones sobre los cometas, impresas en alemán, en 8.°, en Lewarde, el año de 1683. Esforzábase en ellas a probar que estos meteoros nunca presagian desgra­cias, y combate las ideas supersticiosas que el pueblo da a su aparición; esta obra fue re­cibida sin oposición alguna; pero no le acon­teció lo mismo con su famoso libro de Betooverde welt (el mundo embrujado), impreso muchas veces en alemán y traducido al fran­cés bajo el título de “Le monde enchante\impreso en Asterdam el año de 1694, llevan­do el retrato del autor.
El autor en esta obra, que le hizo perder su plaza de ministro en Amsterdam, procura probar que no ha habido jamás ni posesos ni brujas; que los diablos no se mezclan en los asuntos de los hombres, y nada pueden sobre ellos, y que cuanto se ha dicho de los espí­ritus malignos sólo es superstición, etc. Las ideas filosóficas de que está llena esta obra, no le salvaron del odio de sus enemigos. Trá­tesele de saduceo, y le atacaron tan enérgica­mente que en una defensa de sus opiniones creyó deber admitir la existencia del diablo, pero añadió que le creía encadenado en los infiernos y fuera de estado de dañar.
No era, sin embargo, necesario perseguir tan seriamente un libro al que sólo su proli­jidad debía hacer ilegible. “Es muy verosímil, dice Voltaire, que sólo se le condenó por des­pecho de haber perdido el tiempo leyéndolo, y estoy persuadido, añade, que si el mismo diablo se hubiese visto precisado a leer El mundo embrujado de Bekker, no le habría po­dido perdonar jamás el haberle tan prodigio­samente fastidiado.”
En el libro primero, o tomo primero, pues tiene cuatrocientas páginas, el autor examina las ideas que los pueblos han tenido en todos tiempos y tienen aún en el día respecto a Dios y los espíritus; habla de las adivinaciones, del arte mágico, ejercido entre todas las naciones; de los maniqueos y de las ilusiones del dia­blo; y como lo advierte Voltaire entra en ma­teria en el segundo tomo, el cual, o libro se­gundo, tiene 733 enormes páginas. El autor trata del poder de los espíritus, de su influen­cia, de los efectos de que son capaces; hace ver que no hay ninguna razón para hacer creer que existan demonios o ángeles, quedando sin embargo algo embarazado con los ángeles de Abraham y de Loth: dice que la serpiente, que tentó a nuestros primeros padres, no era un diablo, sino una verdadera serpiente, pues es muy difícil de comprender la seducción por el diablo, y que el tentador era verdaderamen­te serpiente, puesto que toda su especie, desde la caída de Adán, se ve condenada a ir siem­pre arrastrando; sostiene que la tentación de nuestro Señor, por el diablo, explicada razo-nalmente, nada prueba; al mismo tiempo se burla, pero siempre como cristiano, del com­bate del diablo con san Miguel, y prueba que ni Job ni san Pablo han sido atormentados corporalmente por el diablo; muestra que los posesos son enfermos; que el lunático de que el evangelio hace mención no tenía ni luna ni diablo en el cuerpo; que el diablo no se ha mostrado jamás a nadie, y que Jesús, nuestro Señor, hablando de los demonios, se acomo­daba a las ideas de los judíos, a saber: que los verdaderos diablos son los hombres malos, etcétera.
En el tercer volumen Bekker demuestra, con el mismo estilo prolijo, que el comercio con el diablo y los pactos con los brujos no son más que sueños; repara que en los libros santos no se hace siquiera mención de actos de so­ciedad con el diablo; que nada se ve, en la Biblia, que atribuya a los espíritus el don de adivinar; dice que los adivinos de la an­tigüedad eran unos imbéciles, sin talento y sin poder; con la misma caballerosidad trata a los brujos de Faraón y dice ser sólo char­latanismo los discursos de la encantadora de Eudor. En el cuarto tomo se burla de los que creen en la magia y de los jueces que conde­nan a los brujos. Además la obra de Bekker es muy sabia, y si fuese menos larga y fati­gosa todavía sería útil y agradable.
(1) Publicó dos catecismos en holandés: “Los platos de cuaresma” y “El pan cortado”.
DEMONOLOGIA

BAEL,demonio

BAEL Demonio citado en la Gramática del diablo, página 55, al principio de las po­tencias infernales.

Así es que por él empezó Vierio el catálogo de su famosa Pseudomonarchia demonium.

 Llama Bael al primer rey de los infiernos cuyos estados están en la parte oriental.

Muéstrase con tres cabezas, de las cuales la una tiene la figura de un sapo, la otra de un hombre, y la tercera de un gato. Su voz es ronca; se bate muy bien; a los que le invocan diz que los vuelve finos y astutos, y les enseña el medio de hacerse invisibles si lo necesitan.

Tiene a sus órdenes sesenta y seis legiones.

DEMONOLOGIA

TORAI o MORAX, demonio

TORAI o MORAX Conde y gran general de los infiernos.

Que tomó la forma de un toro, y si por casualidad aparece en figura hu­mana, instruye al hombre en la astronomía y en todas las artes liberales.

Conoce la pro­piedad de las hierbas y piedras preciosas.

Manda treinta y seis legiones*

ALQUIMIA, DEMONOLOGIA

JUANA DE ARCO

JUANA DE ARCO Llamada la Doncella de Orleans. Nació en Domremy , cerca de Vau-couleurs, el año 1410. Jamás persiguieron tan­tas desgracias a la Francia como durante el medio siglo que precedió al año memorable, en que se vio el abatido valor de los guerreros franceses dispuestos ya a someterse al yugo del extranjero, reanimarse a la voz de una doncella de dieciocho años. Carlos VII es­taba dispuesto a ceder Chinón al enemigo, cuando Juana de Arco apareció en aquella pla­za a fines de febrero de 1429. Era ésta una labradora, su padre se llamaba Santiago de Arco y su madre Isabel Romea, desde su mas tierna infancia, mostró una timidez sin ejemplo y huía de los placeres para entregarse a Dios; pero se ejercitaba en manejar los caballos, y se columbraba ya en ella el ardor marcial que la hizo la libertadora de los fran­ceses. El país en que naciera era también a propósito para alimentar su devoción; unos bosques que los sencillos aldeanos creían ha­bitados por genios, una haya llamado el árbol de las hadas, eran por el mes de mayo el pun­to de reunión de la juventud de aquellos can­tones. Al llegar a los dieciséis años exaltóse la imaginación de Juana y tuvo éxtasis. A eso de mediodía veía en el jardín de su padre, al ángel Gabriel al arcángel Miguel, a Santa Ca­bina y Santa Margarita brillando en luz celestíal. Estos santos la guiaban en todas sus piones y principalmente junto al árbol de las hadas, era donde tenían sus conversaciones. Las voces (porque así ella las llamaba) la mandaron dirigirse a Francia y hacer levantar el sitio de Orleans, de modo que a pesar de la amenaza de sus padres, obedeciolas y se dirigio primero a Vaucouleurs donde Juan de Metz se encargó de presentarla al rey. Llegaron entrambos el 24 de febrero a Chinón donde el rey Carlos tenía su corte,  y Juana se postró de rodillas ante el rey: Yo no soy el rey, la dijo Carlos VII para probar -vedle allí, añadió enseñándole, un caballero de su comitiva. Noble príncipe, dijo la  doncella, vos sois y no otro; yo vengo enviada por Dios para socorreros y salvar a vuestro reino, y el rey de los cielos os dice, por mi boca que os salvaréis, seréis coronado en la ciudad de Reims y seréis virrey del rey de los cielos que es rey de Francia. Sorprendido Carlos, la llamó en secreto, y después de esta conversación, declaró que Juana le había dicho secretos, que nadie podía saberlos, sino Dios y él, lo que la atrajo la confianza de toda la corte. Sin embargo, una duda terrible quedaba por aclarar, a saber si era doncella, lo que se probó; y si era inspi­rada de Dios o del diablo, lo que en aquella época merecía atención. Después de muchas consultas diéronle caballos y hombres, armá­ronla de una espada que por su revelación se encontró enterrada en la iglesia de Santa Ca­talina de Fierbois, y marchó inmediatamente hacia los muros de Orleans, donde combatió con un valor que sobrepujó al de todos los mayores capitanes. Echó a los ingleses de Or­leans, haciendo en seguida consagrar su rey en Reims, siguiendo la orden de los santos, y le devolvió Troyes, Chalons, Auxerre, y final­mente la mayor parte de su reino, después de lo cual quiso retirarse, pero había dado de­masiadas pruebas de valor y no se le quiso conceder esta libertad, lo que fue la causa de sus desgracias; porque luego habiéndose arro­jado a Compiegue para defenderla contra el duque de Borgoña, y favoreciendo la retirada de los suyos, cayó prisionera de un noble picardo que la vendió a Juan de Luxemburgo, quien a su vez la vendió a los ingleses, quienes para vengarse de que les hubiese por tantas veces vencido, la acusaron de haber empleado para vencer, la magia y el sortilegio. Condujósela ante un tribunal eclesiástico en el que el inquisidor y Pedro Chaucon obispo de Beauvais quisieron darla tormento, pero temiendo que muriese en él, la declararon fanática y bruja, cuyo proceso sería ridículo si no fuese bárbaro, y aun lo que tiene de más horrible es, que el ingrato monarca que le debía su corona, la abandonó porque ya no la nece­sitaba. Prosiguióse la causa con actividad, y a la tercera sesiós se la quiso hacer comprender la diferencia que media entre la iglesia triun­fante y la iglesia militante. Preguntáronla lo que opinaba y contestó que se sometía a la opinión de la iglesia. “Preguntáronla si iba a pasearse en su infancia, si los santos que se le aparecían hablaban inglés o francés, si llevaban rizos en las orejas, o anillos en los dedos, etcétera.” —Vos me habéis quitado una sor­tija, dijo al obispo, volvédmela. —¿Los san­tos iban desnudos o vestidos? —¿Os figuráis que Dios no tiene ropas para vestirles? —Y preguntándole sobre la cabellera de san Mi­guel contestó: —Por ventura ¿se la habrán cortado? —Habéis visto algunas hadas? —Ja­más he visto alguna, pero he oído hablar de ellas; no obstante, nada creo sobre este asun­to. —Tenéis una mandragora? ¿Qué habéis hecho de ella? —No tengo mandragora algu­na ni sé qué cosa es; sí que he oído decir que era una cosa dañina y criminal. Algunas veces le interrogaban varios jueces a la vez. “Abuelos, decía ella, no os apresuréis, el uno después del otro, si os place.” Durante la instrucción vino a visitarla Ligni-Luxem-borg acompañado de Warwick y de Straffort; pero su vista no causó en ella emoción alguna. Estoy persuadida, decía la joven, de que es­tos ingleses me quieren dar la muerte, pues creen que después de ella ganarán el reino de Francia, pero en vano; entonces pues, aunque fuesen cien millones de ingleses, no la ocu­parían.

Un caballero inglés intentó violarla en su misma prisión, y la doncella fatigada por tan malos tratamientos cayó gravemente enferma. El duque de Bedfort, el cardenal de Winces-ter y el conde de Warwik encargaron a dos médicos que tuvieran gran cuidado en que la joven no muriera de muerte natural, pues que el rey de Inglaterra la había comprado dema­siado cara, para privarse del gusto de verla quemar; y que este era el motivo por el cual Cauchon daba prisa al proceso.
El 24 de mayo se la condujo a la plaza del cementerio de la abadía de Rúan, en la que se habían erigido dos catafalcos, el uno para el obispo de Beauvais, y el otro para los jue­ces; el cardenal de Winchester y el obispo de Norwick eran de los espectadores, Guillermo Erard declamó contra el rey de Francia y contra los franceses, y luego dirigiéndose a la doncella: “A ti Juana me dirijo, exclamó, y te digo que tu rey es hereje y cismático.” Des­pués de este infame sermón, calificado en el proceso de prédica caritativa, el obispo de Beauvais se levantó para pronunciar la sen­tencia. El ejecutor esperaba a la víctima al extremo de la plaza con una carreta para con­ducirla a la hoguera; pero todo este horrible aparato no estaba allí más que para arran­carla confesiones. Leyósele una fórmula por medio de la cual prometía no montar jamás a caballo, dejar crecer sus cabellos, y no llevar más armas en lo sucesivo; cuyo escrito era necesario firmar o morir y ella consintió en cuanto quisieron. Al momento se substituyó a aquella fórmula otra cédula en la que se reconocía por disoluta, hereje, sediciosa, in-vocadora de demonios y bruja, cuya superche­ría manifiesta sirvió de base al juicio que pro­nunció Cauchon. Ella fue condenada a pasar el resto de sus días en una prisión perpetua, con pan de dolor y agua de angustias, siguien­do el estilo de la Inquisición. Los jueces des­pués de la sentencia fueron perseguidos a pe­dradas por el pueblo, queriendo exterminar­los los ingleses, porque decían que sólo habían recibido el dinero del rey de Inglaterra para engañarle. “No os precipitéis, les dijo uno de ellos, pronto la volveremos a cojer.”
Juana había prometido de no llevar jamás vestidos de hombre y recobrar los de su sexo, por la noche los guardas de la prisión le qui­taron sus vestidos substituyéndolos con otros de hombre: al rayar el día, pidió ella que la aliviasen, esto es que quitasen la cadena que la tenía asida por medio del cuerpo, y luego al ver los vestidos de hombre suplicó que 1. volviesen los del día antes, lo que le fue ne­gado: entonces permaneció acostada hasta mediodía y como le precisase una necesidad na­tural se vio precisada a vestirse con el único traje que tenía a su disposición. Unos espías apostados entraron para hacer constar la desobediencia y acudieron a los jueces: Ya la tenemos, exclamó Pedro Cauchon e inconti­nente fue Juana condenada como penitente, he­reje, bruja, excomulgada y desechada del seno de la iglesia. Leyósele su sentencia de muer­te, la que oyó con suma constancia pidiendo se la permitiese confesar y comulgar lo que se le concedió, Messien cura de San Claudio de Rúan que tenía el encargo de conducirla ante sus jueces, la permitió orar ante la capilla, cuya condescendencia le atrajo las mayores quejas y recriminaciones por parte de Juan Benedicite, promotor. “Truan, le dijo, ¿quién te ha dado osadía para dejar acercar a esta ramera excomulgada, a la iglesia sin licen­cia? Haré que te metan en una torre donde por un mes no veas sol ni luna, si reincides.” Este sacerdote sumiso sólo dirigía la palabra a Juana, llamándola hereje, bruja, infame, prostituta.
Juana salió de su prisión, para el suplicio, el día 30 de mayo escoltada de ciento veinte hombres. Habíanla puesto un vestido de mujer llevaba en la cabeza una mitra, en la que ha­bía escritas estas palabras: Hereje, renitente, apóstata, idólatra. Dos dominicos la sostenían y ella iba exclamando por el camino: “¡Ah! Rúan, Rúan, en tu recinto debo dar el último suspiro”. Habíanse levantado dos catafalcos en la plaza del mercado viejo, el cardenal de Winchester, Luxemburgo, obispo de Turena, lanciller de Francia por el rey de Inglaterra; el obispo de Beauvais y los otros jueces espe­raban su víctima cargada de cadenas. Sus me­jillas estaban inundadas en llanto: hizósela subir al cadalso y entonces Nicolás Midy, faná­tico a lo sumo, afectando una falsa compasión, acabó su discurso fúnebre con estas palabras: Juana, id en paz; la iglesia no puede defende­ros y os abandona a la justicia seglar.
Al sentir se le acercaba la llama, ella mis­ma rogó a los ministros que se retirasen. La hoguera era muy elevada, para que todo el pueblo pudiera verla, y al momento que se creyó habría ya expirado, mandóse al verdugo quitar el fuego, para que se le pudiese ver mejor. Mientras que ella conservó un soplo de vida, entre los gemidos que la arrancaba el dolor, oyósele pronunciar el nombre de Jesús, hasta que un hondo y prolongado suspiro dio a conocer que acababa de expirar.
Entonces el cardenal de Winchester hizo recoger sus cenizas y mandó que fuesen echa­das al Sena. Su corazón fue respetado por las llamas el que encontraron sano y entero. De­lante la hoguera había una inscripción que calificaba a Juana de prostituta, invocadora de demonios, apóstata y mal creyente en la fe de Jesucristo.
Si la doncella de Orleans no fue divina­mente inspirada, dice Saint-Foix, al menos no se puede negar que fue una heroína y que su memoria debe inspirar agradecimiento y res­peto a todo buen francés. Había en una aldea de la Africa una joven jardinera muy hermo­sa y de aventajada estatura llamada Phia; Pi-sistrato echado por los atenienses imaginó ha­cerla pasar por minerva, patrona de Atenas; vistióla pues con todos los adornos y atribu­tos de esta diosa, con una égida, un lanza en la mano y un casco en la cabeza y montó en un carro magnífico, tirado por seis caballos blancos ricamente enjaezados. Pisistrato iba sentado a sus pies; doce hombres en traje de mensajeros de los dioses, iban delante del ca­rro gritando: Atenienses, Minerva os devuelve a Pisistrato, recibidle con la sumisión y res­peto que debéis a la diosa. El pueblo se pros­terna, adora y obedece. La idea de la misión de la doncella sostenida por su valor, la sabi­duría de sus consejos y la pureza de sus cos­tumbres, reanimó los ánimos abatidos por una serie no interrumpida de desgracias, y com­partió por un rey legítimo contra un usurpa­dor. Phia sirvió a la ambición y restableció la autoridad de un tirano; todo lo que ésta tuvo que hacer, fue representar bien un papel de Diosa por algunas horas, y Pisistrato la casó con su hijo Hiparco y reinó en Atenas. La doncella de Orleans fue quemada; si bien es verdad que veinte años después de su muerte se rehabilitó su memoria declarándola inocen­te del sortilegio; que dos de sus jueces fueron quemados vivos, que otros dos fueron exhuma­dos para expiar también en las llamas su ini­cuo juicio; pero el proceso de la doncella na dejará por esto de ser un oprobio para los in­gleses, y un borrón para los franceses de aque­lla época.
Los unos dicen haber sido Juana de Arc una inspirada; los otros, una loca, éstos, una en­tusiasta; y aquéllos una visionaria. Sea lo que quiera Juana de Are fue una heroína, la Fran­cia la debió su salvación, y la posteridad un lugar entre los grandes personajes.
DEMONOLOGIA

PLUTON, demonio

PLUTON Rey de los infiernos.

Según los paganos y según los demonómanos, archidiablo príncipe del fuego, gobernador general de los países inflamados y superindente de los trabajos forzados del tenebroso imperio.