Gran conde del sombrío imperio que se presenta bajo la forma de un cuervo, cuando se le conjura; destruye ciudades y da dignidades.
Es del orden de los tronos y manda treinta legiones.
Demonio de los sirios que, según parece, era ventrílocuo.
Daba oráculos por las partes naturales, por el trasero o por cualquiera otra cavidad que no tuviese el órgano del habla; pero siempre con voz baja y sepulcral, de modo que el que le consultaba muchas veces no le oía bien o, por mejor decir, oía lo que mejor le venía.
Gran presidente de los infiernos y uno de los príncipes de la monarquía infernal.
Aparece allí rodeado de llamas, pero en la tierra con facciones humanas. Enseña los secretos de la Astrología y artes liberales, da buenos criados, descubre a sus amigos los tesoros guardados por los demonios, es prefecto de 36 legiones.
Y tiene a sus órdenes ángeles caídos y potencias: espera además que pasados doscientos mil años volverá al cielo para ocupar el séptimo trono, lo que no es creíble, dice Vierio.
CASA EMBRUJADA A fines del mes de Nivoso, año 13 (cuarto mes de 1805), sucedió en París, en la calle de Notre-Dame-Nazarelh, una escena que hizo mucho ruido. Vióse de repente volar por los aires muchas botellas, desde la bodega a la guardilla; varias personas fueron heridas, y los pedazos quedaron amontonados en el jardín, sin que la multitud de curiosos pudiese averiguar la causa que producía este fenómeno. Consultóse a muchos físicos y alquimistas, pero ninguno de ellos pudo averiguar de qué fábrica podían haber salido las botellas que se les mostraron. La gente del vulgo se persuadió que eran del diablo, y que tan rara aventura sólo podía ser obra de los brujos o de los aparecidos; las mismas personas instruidas, crédulas también, no sabían qué pensar. No tardó mucho la policía en descubrir el motivo de tan singular aventura, y bien pronto se supo que los mágicos, los aparecidos, los demonios, no eran sino los habitantes de la casa, ayudados de un físico que por medio de la electricidad y de un agujero imperceptible, hecho en la pared de la vecina habitación, lograban hacer mover a su placer los muebles de la casa embrujada. Tenían por objeto impedir al propietario que la vendiese, y vengábanse al propio tiempo de una persona de la cual creían tener motivos de queja (1). Madame de Genlis refiere en sus Memorias (2) que cuando marchó su esposo a su regimiento, su tía quiso de todos modos hacerla preparar un aposento en su casa, y le preguntó si tendría miedo de habitar en el cuarto bajo. Entonces madame de Genlis (lo dice ella misma), para probar su valor, entró en él, seguida de un criado que llevaba en la mano dos candeleros encendidos; pero apenas abrió la puerta de la antesala, dio un paso hacia atrás arrojando un agudo grito. Acababa de sentir distintamente en su rostro el frío de una enorme mano helada y cayó desvanecida. Su tía, al verla en este estado, la hizo varias preguntas, pero en vano; poco después, habiendo entrado el criado en la sala con las luces, dio la explicación de este pretendido prodigio. Era un naranjo seco colocado al lado de la puerta, del cual una rama había pegado contra su cara.
El parlamento de Burdeos tuvo necesidad de consultar a los teólogos para averiguar si una casa de aquella ciudad estaba infestada de espíritus malignos, y sobre su respuesta afirmativa, por sentencia de 1595, pronunció la cesación del arrendamiento. Véase Alosan-dro, Atenodoro, Ayola, Bolacre, Salas infestadas, Aparecidos, etc.
(1) M. salgues, “De los errores, etc.”
(2) Tomo II, p. 53