DEMONOLOGIA

ABADDON, demonio

ABADDON
El destructor, jefe de los de­monios de la séptima jerarquía; según los demonógrafos.
Tal es el nombre que da San Juan, en su Apocalipsis, al rey de las langos­tas. Algunos le miran como el ángel exterminador.
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BACOM, demonio

BACOM

Mal diablo, citado en la página 20 de las Clavículas de Salomón. 

Siembra el odio y los celos entre los amantes.

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BUNE, demonio

BUNE

Demonio poderoso, gran duque de los infiernos, que tiene la forma de un dragón con tres cabezas, de las que sólo la tercera es de hombre. Habla por signos; saca los cadá­veres de su lugar; habita los cementerios, y reúne a los demonios sobre los sepulcros. En­riquece y da elocuencia a los que le sirven, y se añade que no los engaña; le obedecen treinta legiones.

Los demonios sometidos a Buno y llamados Bunios, son temidos de los tártaros, por muy malos; y es necesario tener limpia la concien­cia para estar a salvo de su malicia, porque su poder es grande y su número inmenso. Sin embargo, los brujos del país los amansan, y por medio de los Bunios es como descubren el porvenir. Tradiciones tártaras.

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MASTIFICACION, muertos que comen.

MASTIFICACION Los antiguos creían que los muertos comían en la tumba. No se sabe si los oían mascar, pero es cierto que se debe atribuir a la opinión que conservaba a los muertos la facultad de comer, la costumbre de las fúnebres comidas que se servían desde tiempo inmemorial, entre los antiguos pueblos, sobre la tumba del difunto. En su primitivo origen los sacerdotes comían de estos manja­res durante la noche, cosa que fortalecía más la idea de que los difuntos comían, pues los que verdaderamente lo hacían lo ocultaban a todo el mundo.
La opinión de que los espectros se mantienen está aún muy esparcida en Levante. Mucho tiempo hay que los alemanes están persuadi­dos de que los difuntos mascan como cerdos en sus sepulcros, y que es fácil oír el ruido que hacen al roer lo que devoran. Felipe Rherio en el siglo XVII, y a principios del xvm Miguel Raufft, han publicado varios tratados sobre los muertos que mascan en sus sepul­cros. Dicen que en varios parajes de Alema­nia para impedir el que los difuntos masquen se les pone encima la barba una gran porción de tierra al enterrarlos; en otras partes se les pone dentro la boca una moneda de plata, y otros les atan estrechamente la garganta con un pañuelo.
Citan en seguida muchos difuntos que han devorado su propia carne en la tumba. ¡Asom­broso es por cierto el ver sabios que encuen­tren algo de prodigioso en hechos tan natura­les! Durante la noche que siguió a los fune­rales del conde Enrique de Salm, oyéronse en la iglesia de la abadía de Haute-Seille, donde había sido enterrado, gritos y quejidos sordos que los alemanes hubieran tomado sin duda por el ruido de una persona que masca, y habiendo abierto al día siguiente la tumba del conde encontrósele muerto, pero vuelto de es­paldas, cuando había sido enterrado boca arri­ba. Se le había enterrado vivo.
A causa semejante debe atribuirse la histo­ria referida por Raufft de una mujer de Bohe­mia que en el año 1345 devoró en su tumba la mitad del paño mortuorio que la cubría. En el último siglo, habiendo sido enterrado pre­cipitadamente un pobre hombre, en el cemen­terio oyóse durante la noche un ruido sordo dentro de la huesa; abriéronla al día siguien­te y encontróse que se había comido toda la carne de un brazo. Este hombre, habiendo be­bido con extraordinario exceso muchos vasos de aguardiente, había caído en un letargo y, creyéndolo muerto, le enterraron vivo aún.
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HALFAS, demonio

HALFAS
Gran conde de los infiernos, que se aparece bajo la forma de una cigüeña, con voz estrepitosa.
Construye ciudades, ordena guerras y manda veintiséis legiones.
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MATELU-MANITOU, espiritu maligno

MATELU-MANITOU

Espíritu maligno al cual atribuyen los salvajes de la América septentrional todos los males que les afligen.

Este genio malhechor no es otra cosa que la luna. Muchos de estos salvajes se imaginan que las tempestades son causadas por el espíritu de la luna.

Arrojan al mar lo que tienen más de precioso, en canoas, esperando por este me­dio calmar este irritado espíritu.

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Matthew Hopkins, Gran brujo

Hopkins (brujería) Matthew Hopkins

Una de las mayores autoridades en la caza de brujas lle­vada a cabo en Inglaterra durante el siglo XVII. En catorce meses envió al patíbulo a más perso­nas que todos los demás cazadores de brujas ingleses. Aferrándose a la Demonología del rey Jaime, recorrió diversos condados de Inglaterra acusando de brujería y ajusticiando a toda aque­lla persona que era denunciada a sus ayudantes.

En abril de 1646 le plantaron cara diversos pue­blos, con lo que terminó su carrera «justiciera» retirándose a sus posesiones de Manningtree. donde murió de tuberculosis un año más tarde.

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MARTINITO, demonio

MARTINITO
Demonio familiar que acom­pañaba a los mágicos y les prohibía empren­der nada sin su permiso, ni salir de un lugar sin despedirse del compadre Martinito.
Tam­bién algunas veces dispensaba a los viajeros algunos favores, indicándoles los caminos más cortos y menos peligrosos, lo que prueba que aún entre los demonios hay gentes de bien.
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Gilles De RAÍS

RAÍS (Gilles de )

Mariscal de Francia que fue ejecutado como a convencido de sodomía y brujería en el siglo xv.

Si quieres saber mas sobre Gilles de Rais, lease DOLOR Y VOLUPTUOSIDAD, Sadicos famosos.

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MANDRAGORAS

MANDRAGORAS
Demonios familiares; aparecen bajo la forma de pequeños hombres sin barba y con los cabellos esparcidos. Llámanse también mandragoras a unos muñequi-llos pequeños en los cuales habita el diablo y que los brujos consultan en sus embarazos.
Los antiguos atribuían grandes virtudes a la planta llamada mandragora, tal como la de procurar la fecundidad de las mujeres. Las más excelentes de estas raíces eran las que habían sido rociadas con la orina de un ahor­cado, pero no se podían arrancar sin morir, y para evitar esta desgracia ahondaban la tie­rra en todo alrededor de la raíz, ataban el extremo de una cuerda en ella y el otro ex­tremo al cuello de un perro, y en seguida, haciéndole a latigazos huir de allí, arrancaba la raíz; el pobre animal moría en esta opera­ción, y el dichoso mortal que tenía entonces esta raíz no corría ningún peligro y poseía un tesoro inestimable contra los maleficios.