HECHIZOS Encantos, sortilegios, ciertas palabras en prosa y verso dichas para producir efectos maravillosos. Una mujer cuyo país ignoro, padeciendo cruelmente de los ojos fue a una escuela pública y pidió a uno de susalumnos algunas palabras mágicas que pudieran calmar su dolor y aún disipar, ofreciéndole un vestido nuevo. El muchacho le dio un
billete cerrado y la prohibió el que lo abriese. Llevóselo y casualmente curó, como también otra conocida a quien dejó el susodicho papel excitó su curiosidad el caso, y abriéndolo leyeron estas palabras: “Que el demonio te arranque los dos ojos y la boca”, lo cual amedrantándolas las forzó a ir en busca del confesor a revelárselo todo.
No hay nada imposible para un encanto. Cierta mujer murió y un mágico la volvió su movimiento, el cual continuara sin duda si otro hechicero no la quitase de nuevo la vida con otro conjuro.
Delrio cita a un mágico que encendiendo una lámpara encantada excitaba a todas las mujeres que estuvieran en el cuarto a despojarse de sus vestidos y a ponerse a bailar desnudas delante de él. Esta clase de encantos se hacen casi siempre con la ayuda del diablo. Antiguamente los hechiceros encantaron a las serpientes; pero varias veces éstas se volvían contra ellos y los mataban; he aquí un ejemplo Un mágico de Sabebourg hizo comparecer delante del pueblo a todas las serpientes que se encontraran a una legua de distancia: reunidas que estuvieron las fue matando a todas, excepto a la última que era la mayor, la cual saltando sobre el hechicero le despedazó terriblemente, lo que prueba que ni la palabra lupo kindo, como dijo Paracelso, ni otras parecidas hacían el milagro; porque, ¿cómo podían las serpientes oír la voz de un hombre que distaba de ellas una legua, si el demonio no estuviera metido en el prodigio? . Nicetas indica otro encanto que se practica sin necesidad de palabra alguna. “Se puede matar a una culebra y una vivora (dice) con tal que se haga después de comer.” Figuier pretende que ha hecho de esos prodigios mojando con su saliva un palo o una piedra, y dando un pequeño golpe en la cabeza de la sierpe.
Además de éstos se citan otros muchos prodigios admirables. En algunos pueblos de Finesterre, lo cual se usa todavía, pulverizan una pieza de seis cuartos, que echada en un vaso de vino, sidra o aguardiente deja a la persona que lo bebe incansable en la lucha y en la corrida .
Nuestros hechiceros componían cierto brebaje que daba los mismos resultados. Alberto el Grande da un medio de cargar las armas de fuego que las hace infalibles; es preciso decir, cuando se las prepara: “Dios las carga pero el diablo las dispara”, y cuando se las pone en servicio es preciso que poniendo la pierna derecha sobre la izquierda se diga:
Non tradas Dominum nostrum Jesum Christum, Mathou. Amén.
La mayor parte de los encantos se hacen por medio de palabras bien dichas o escritas. Los turcos cuando algún esclavo se les marcha escriben en un papel ciertas expresiones y lo ponen después en la puerta donde está el prófugo, el cual se ve forzado a volver a la esclavitud so pena de ser obligado a fuerza de garrotazos .
Plinio dice que en su tiempo, por medio de ciertos encantos se apagaban los incendios, se retenía la sangre de las heridas, se curaban los miembros dislocados y el mal de gota, y que los antiguos creían firmemente en los encantos, los cuales eran unos cuantos versos, latinos o griegos, escritos en un papel.
Bodin cuenta en el capítulo 5 del libro 3 de la Demonomanía, que en Alemania los hechiceros ordeñaban la leche de las vacas por medio de ciertos encantos y que los deshacen por la ayuda de otro que es como sigue: se hace cocer la leche de la vaca, recitando al mismo tiempo algunas expresiones y dando sobre la vasija golpes con un bastón. Al mismo tiempo recibe el encantador otros tantos porrazos de la mano del diablo hasta que el prodigio está hecho.
Dice también que si aquel que estuviera preso escribiera sobre la corteza de algún pedazo de pan estas palabras: Senozam, Gorora, Gober, Dom, y durmiera de costado, saldría del calabozo a los tres días.
Se detiene también a un carruaje atravesando en el camino por donde ha de pasar un bastón en el que estén escritas estas palabras: Jerusalem omnipotens Deus, vuélvete, detente aquí.
Se aumenta la fuerza de una pistola hasta cien pasos, envolviendo la bala en un papel en el cual estén los nombres de tres reyes. Se tendrá cuidado, cuando se cargan, de decir al retirar la baqueta: “Deseo que vayas derecha a donde voy a tirar”. Un soldado puede estar seguro de la certeza de sus tiros, si escribe cuando el sol está en el signo de aries estas palabras sobre la piel de un lobo, o una de corza: “Arcabuz, pistola, cañón (aquí sea el arma que fuera), yo te mando que no tires, por orden del hombre que murió clavado en la cruz espiando nuestros pecados”. Y se puede defender de un sablazo o una estocada si se dijera: Sanguis Cristi + sirventer + te +et me +. Se refuerza a un caballo fatigado tocando con los dedos en la herradura y pronunciando el nombre del primer delincuente sentenciado a muerte y diciendo tres veces el Pater y la Ave. Hay además una infinidad de encantos y sortilegios. Véase Maleficios, Talismanes, Palabras.