EVOCACIONES El que quiera evocar al diablo debe primeramente hacerle un sacrificio de un perro, un gato y una gallina, con la condición de que estos tres animales han de ser propiedad suya: le jura después fidelidad y obediencia, cumpliendo al momento una penitencia marcada por el diablo en persona. Por este medio se adquiere el poder absoluto sobre los tres espíritus infernales, la tierra, el mar y el aire.
También se puede hacer venir al espíritu de las tinieblas leyendo una oración del libro májico con las competentes ceremonias. Pero desde que se presenta es necesario hacerle gracia de alguna cosa, aunque no sea más que un zapato, un cabello, una paja, etc. pues juega muy malas tretas; y cuando se le llama sin hacerle el presente de costumbre, tuerce el pescuezo al que le ha invocado.
Tenían dos caballeros malteses un esclavo que se vanagloriaba de poseer el secreto de evocar a los diablos y obligarles a que le descubriesen las cosas secretas. Condujéronle en cierta ocasión a un antiguo y arruinado castillo, en el que sospechaban que había un tesoro escondido desde la más remota antigüedad. Descendió el esclavo a un subterráneo, hizo sus ceremonias, y abriéndose una piedra descubrió un cofre, procuró apoderarse de él pero en balde; cuando él se acercaba, el cofre desaparecía.
Desesperando por último de salir con bien de su empresa, fue a decirles a sus amos lo que ocurría, añadiendo que le dejasen un rato solo, para pensar en qué consistía aquel portento y que tuviesen la bondad de enviarle algunos licores para reponer al mismo tiempo sus fuerzas estenuadas: concediéronle cuanto pedía, y pasadas algunas horas, viendo que no salía del cuarto en que se había encerrado, fueron a ver lo que hacía; derribaron la puerta, y después de sentir un olor de azufre le encontraron tendido en la sala, muerto, con la cara vuelta a la espalda, y toda su carne achicharrada. Viendo esto los caballeros se apresuraron a mandarlo trasladar a la orilla del mar desde donde le precipitaron con una piedra atada al pescuezo.
Cuenta Muchemberg en la continuación del Argenis que el mágico Lepilis trataba con mucha dureza a los seres infernales, y hacía erizar los cabellos a los presentes cuando vocife-raba sus execrables evocaciones. Divinidad nocturnas, exclamaba, apresuraos a comparecer ante mí; temed ofender estos cabellos canos y esta vara, porque bien pronto os arrepentiríais de vuestra tardanza. Ya os lo advier antes; obedecedme al momento, de otro modo haré penetrar la luz del día en vuestras tenebrosas regiones, os desalojaré de todas ella;. os destituiré de todo poder, y os perseguire en el fuego, en los panteones, os arrojaré de los sepulcros, y no permitiré ni aún a los desiertos de la Tebaida prestaros asilo en su soledad. Y tú, arbitro de los infiernos, si me temes manda a tus espíritus, ordena a las furias, obliga a algunos seres a comparecer: arrójalos de tus dominios a puntapiés, y no permitas que interrumpa otra vez el silencio en que yacen por las más terribles amenazas”. Y aunque no fuere más que porque dejase de proferir tales blasfemias, su demanda le era otorgada; al cabo de algunos segundo; se dejaba oír un ruido sordo que se acrecentaba por momentos, y por último se veía la estancia del májico invadida por una legión de espíritus malignos que casi siempre eran invisibles para las personas que alli se encontraban, los Diablos tienen la mania de no dejarse ver mas que por aquellos que lo llaman, y ni aun los que profesan la fe de Mahoma, y demas religiones pueden verlo, lo que nosotros no dudaremos, pues ellos mismos nos lo confiesan.
No pudiendo san Macario convertir a un hereje, le dijo: vamos, pues, a un sepulcro y que nos instruya un difunto de la verdad que no queréis creer; rehusó el infiel, y san Macario se dirigió a la iglesia donde evocó un muerto; éste le contestó que si el hereje se encontraba allí, el mismo se hubiera levantado para convencerle; ordenó después el santo que durmiese hasta el día del juicio final. El mis-
mo evocó en otra ocasión un esqueleto que le dijo que los malos, y aun los mismos herejes tenían algún consuelo en ver inmutarse a los buenos al observar los horrorosos martirios que les hacían sufrir en el infierno.
Lactancio reprocha a los filósofos Demócratas, Epicúreo y Dicearco, que negaban la inmortalidad del alma, diciéndoles que no se hubieran atrevido a sostener su opinión ante un mágico que por el secreto de su arte y encantos tuviera el poder de obligar a las almas del mismo infierno a comparecer, y hacerlas hablar prediciéndoles el porvenir.
Modo de evocar los espíritus. Para hacer aparecer a un espíritu se necesita primero saber su nombre y sus prerogativas, tener limpia la conciencia desde tres o cuatro días a lo menos; hacer un círculo con el meñique de la mano izquierda en la arena, y penetrarse bien de lo que se va a hacer. Después con voz fervorosa se recitará la siguiente fórmula de evocación.
“En nombre de Nuestro Señor Jesu-Cristo, Padre, Hijo y Espíritu-Santo, solo un Dios en esencia y Trino en persona, yo te evoco, espíritu (se le nombra) para que seas mi ayuda, mi apoyo, protejas mi cuerpo, ampares mi alma, y acrecientes mis riquezas. Por la virtud de la Santa Cruz, de la pasión y muerte del Todo poderoso; yo te requiero por todos los Santos de la corte celestial, por los padecimientos de la bienaventurada siempre Virgen María, y por el santo nombre de su hijo Señor de los ejércitos que ha de juzgar a los vivos y a los muertos. Tú que eres
alpha y omega rey de los monarcas, emperador de los reyes Joth, Aglanabath, Elabiel Anathi, Enathiel, Amazin, Sedómel, Gayes, Tolima, Elias, Ischiros, Athanater, Imas, Keli, Mesías, por todos esos reverenciados nombres que he proferido, y pollos que no, yo te invoco, te suplico, Señor Dios mío, por vuestro nacimiento, bautismo, pasión y muerte, por vuestra preciosa sangre que derramasteis por salvar al pecador, os adoro, os bendigo, y ruego os digneis aceptar mis votos”.
Tal es la forma bárbara empleada por el idiotismo en otros tiempos para alucinar al ignorante vulgo. Parece imposible que hayan sido realidad tantas ruindades y sandeces.