jEste Baltasar Bekker, dice Voltaire, era muy buen hombre, gran enemigo del infierno eterno y del diablo; metió mucho ruido en su tiempo por su gran libro titulado El mundo encamado. El diablo tenía entonces gran crédito entre los teólogos de todas especies, a pesar de Bayle y los buenos talentos que empezaban a ilustrar el mundo. La brujería, las posesiones y todo lo adherente a ellas estaban en voga por toda la Europa, y tenían comúnmente funestas consecuencias.
“En todos los tribunales resonaban sentencias contra brujos, y tantos horrores determinaron al buen Bekker a combatir al diablo.
“Se ha dicho, en verso y. prosa, que hacía muy mal en atacarle, respecto de que eran muy parecidos, por ser Bekker horriblemente feo; nada le contuvo; empezó negando absolutamente el poder de Satanás, y se enardeció hasta el extremo de sostener que no existía, porque si hubiese algún diablo, decía, se vengaría de la guerra que le hago. Ello es que otros ministros, sus cohermanos, tomaron el partido de Satanás y depusieron a Bekker.”
Había ya sufrido muchos chismes por sus antecedentes obras. En uno de sus catecismos, Los platos de cuaresma (1), reducía las penas del infierno a la desesperación de los condenados, cuya duración limitaba, insinuando que la eternidad de los suplicios es contraria a la bondad de Dios. Acusósele.de socinianismo y cartesianismo porque en otro libro sostenía que la filosofía de Descartes podía aliarse con la teología; su catecismo fue condenado por un sínodo.
El autor fue a establecerse en Amsterdam donde, con ocasión del cometa de 1680, publicó unas observaciones sobre los cometas, impresas en alemán, en 8.°, en Lewarde, el año de 1683. Esforzábase en ellas a probar que estos meteoros nunca presagian desgracias, y combate las ideas supersticiosas que el pueblo da a su aparición; esta obra fue recibida sin oposición alguna; pero no le aconteció lo mismo con su famoso libro de Betooverde welt (el mundo embrujado), impreso muchas veces en alemán y traducido al francés bajo el título de “Le monde enchante\impreso en Asterdam el año de 1694, llevando el retrato del autor.
El autor en esta obra, que le hizo perder su plaza de ministro en Amsterdam, procura probar que no ha habido jamás ni posesos ni brujas; que los diablos no se mezclan en los asuntos de los hombres, y nada pueden sobre ellos, y que cuanto se ha dicho de los espíritus malignos sólo es superstición, etc. Las ideas filosóficas de que está llena esta obra, no le salvaron del odio de sus enemigos. Trátesele de saduceo, y le atacaron tan enérgicamente que en una defensa de sus opiniones creyó deber admitir la existencia del diablo, pero añadió que le creía encadenado en los infiernos y fuera de estado de dañar.
No era, sin embargo, necesario perseguir tan seriamente un libro al que sólo su prolijidad debía hacer ilegible. “Es muy verosímil, dice Voltaire, que sólo se le condenó por despecho de haber perdido el tiempo leyéndolo, y estoy persuadido, añade, que si el mismo diablo se hubiese visto precisado a leer El mundo embrujado de Bekker, no le habría podido perdonar jamás el haberle tan prodigiosamente fastidiado.”
En el libro primero, o tomo primero, pues tiene cuatrocientas páginas, el autor examina las ideas que los pueblos han tenido en todos tiempos y tienen aún en el día respecto a Dios y los espíritus; habla de las adivinaciones, del arte mágico, ejercido entre todas las naciones; de los maniqueos y de las ilusiones del diablo; y como lo advierte Voltaire entra en materia en el segundo tomo, el cual, o libro segundo, tiene 733 enormes páginas. El autor trata del poder de los espíritus, de su influencia, de los efectos de que son capaces; hace ver que no hay ninguna razón para hacer creer que existan demonios o ángeles, quedando sin embargo algo embarazado con los ángeles de Abraham y de Loth: dice que la serpiente, que tentó a nuestros primeros padres, no era un diablo, sino una verdadera serpiente, pues es muy difícil de comprender la seducción por el diablo, y que el tentador era verdaderamente serpiente, puesto que toda su especie, desde la caída de Adán, se ve condenada a ir siempre arrastrando; sostiene que la tentación de nuestro Señor, por el diablo, explicada razo-nalmente, nada prueba; al mismo tiempo se burla, pero siempre como cristiano, del combate del diablo con san Miguel, y prueba que ni Job ni san Pablo han sido atormentados corporalmente por el diablo; muestra que los posesos son enfermos; que el lunático de que el evangelio hace mención no tenía ni luna ni diablo en el cuerpo; que el diablo no se ha mostrado jamás a nadie, y que Jesús, nuestro Señor, hablando de los demonios, se acomodaba a las ideas de los judíos, a saber: que los verdaderos diablos son los hombres malos, etcétera.
En el tercer volumen Bekker demuestra, con el mismo estilo prolijo, que el comercio con el diablo y los pactos con los brujos no son más que sueños; repara que en los libros santos no se hace siquiera mención de actos de sociedad con el diablo; que nada se ve, en la Biblia, que atribuya a los espíritus el don de adivinar; dice que los adivinos de la antigüedad eran unos imbéciles, sin talento y sin poder; con la misma caballerosidad trata a los brujos de Faraón y dice ser sólo charlatanismo los discursos de la encantadora de Eudor. En el cuarto tomo se burla de los que creen en la magia y de los jueces que condenan a los brujos. Además la obra de Bekker es muy sabia, y si fuese menos larga y fatigosa todavía sería útil y agradable.
(1) Publicó dos catecismos en holandés: “Los platos de cuaresma” y “El pan cortado”.