NIGROMANCIA Arte de evocar los muertos o adivinar las cosas futuras por la inspección de los cadáveres. Había en Sevilla, Toledo y Salamanca escuelas públicas de Nigromancia en profundas cavernas, cuya entrada mandó tapiarla la reina Isabel I, esposa de Fernando V.
Los griegos usaban mucho esta adivinación y principalmente los tesallenses; rociaban con sangre caliente un cadáver, creyendo tener luego ciertas contestaciones sobre el porvenir. Los que consultaban debían antes haber hecho la exploración aconsejada por el mágico que presidía esta ceremonia, y generalmente, haber apaciguado con algunos sacrificios los manes del difunto, el que sin estos preparativos se mantenía siempre sordo a todas las preguntas.
Los asirios y los judíos se servían también de esta adivinación y ved ahí como obraban estos últimos. Mataban chiquillos torciéndoles el cuello, cortábanles la cabeza la que salaban y embalsamaban: luego gravaban en una plancha de oro el nombre del espíritu maligno para quien habían hecho este sacrificio; colocaban la cabeza encima, la rodeaban de cirios, la adoraban como a un ídolo y les contestaba. Véase Mágicos, Samuel, etc.