Vampiro que aterrorizó en el último siglo la aldea de Kisolova, en Hungría, donde había diez semanas que se había enterrado.
Durante su sueño, se apareció algunos habitantes de la aldea y les apretó de tal suerte el cuello que murieron a las veinticuatro horas; llegando a nueve personas entre jóvenes y viejos las que mató en ocho días, y aun su viuda abandonó la aldea porque se le apareció una noche pidiéndola sus zapatos.
Estas circunstancias hicieron que se desenterrase el Plajowitz y quemarle para libertarse de él. Encontraron su cuerpo que no daba ningún mal olor, entero y como vivo, excepto una porción de la nariz algo ajada: sus cabellos y barba habían crecido, y había también puesto nuevas uñas, y debajo de la primera piel que parecía como muerta y blancuzca, se veía otra sana y de color natural. Advirtieron en su boca sangre todavía fresca que había chupado de sus víctimas; enviaron a buscar un palo bien puntiagudo, se lo clavaron en el pecho del que salió porción de sangre colorada, como también por la boca y la nariz y en seguida los paisanos pusieron su cuerpo en la hoguera, redujéronle a cenizas y no chupó ya más.