En Cesario de Hesterbach se observa que Guillermo abad de Sta. Águeda, de la diócesis de Lieja, habiendo ido a Colonia con dos frailes de su orden tuvo que exorcisar a una mujer que estaba poseída de un demonio muy travieso. Hizo el abad al maligno espíritu algunas preguntas incoherentes a las que respondió este como mejor le pareció y por boca de la paciente, como sucede la mayor parle de las veces: mentía el diablo más que hablaba, y conociéndolo Guillermo le conjuró a que le dijese la verdad en todas las preguntas que iba a hacerle. Prometiólo el diablo y sostuvo su palabra dando nuevas al buen abad del estado de algunos difuntos de quienes deseaba tener noticias; nombróle los que se hallaban ya en el cielo, y los que estaban purgando sus pecados. Al oir esto el abad se puso a rezar con fervor por los últimos; entre tanto uno de los frailes que le acompañaban quiso entablar conversación con el diablo “cállate, le dijo este, ayer le robaste a tu abad doce sueldos que aun tienes escondidos en un andrajo que llevas en la cintura… Aun podría nombrarte algunas otras picardías de esta especie de las que te has guardado bien de confesar.
Oyendo el abad estas razones despidió de su lado al fraile; después mandó al diablo libertase de su presencia a la poseída “y a donde quieres que vaya? le replicó el demonio. — Mira abriré mi boca, añadió el abad y entrarás en mi cuerpo si puedes. — Hace mucho calor en él, dijo el espíritu de las tinieblas; hace poco que has recibido en él a tu Señor. — Pues entonces ponte a horcajadas sobre el pulgar de mi mano derecha. — Tus dedos están santificados y si me atreviese a hacerlo me arrepentiría más de una vez. — Pues yo te ordeno que abandones el campo y vayas a parar a donde más te acomode.
-¡Cachaza! contestó el diablo; he alcanzado permiso para permanecer aquí dos años aun, y pasado este tiempo veremos…”
Al ver el ministro de la iglesia que no podía sacar partido. — Al menos muéstrate, le dijo a nuestros ojos, en tu forma natural. —¿Me lo pedís? — Sí. Pues mirad”. Al mismo tiempo empezó la mujer a crecer de un modo tan extraordinario que la vieron como una torre de trescientos pies en el intervalo de dos minutos; alumbraban sus ojos con una luz rojiza, semejante a dos fraguas. El fraile que quedaba en su compañía sintió erizársele los cabellos y cayó desmayado; asustóse también mucho el abad, pero no tanto que el temor le impidiese mandar al diablo que volviera la poseída a su estado natural: obedecióle diciendo has echo bien en mudar de parecer pues ningún hombre puede verme cual soy, sin que se muera de susto—”
Modo de exorcisar un espíritu. Ante todas cosas es preciso ayunar tres días consecutivos, mandar decir algunas misas y orar mucho;
despues llamar a cuatro o cinco sacerdotes devotos, y aún mejor si son monjes que estén bien desengañados y libres de lodos los cargos ; este mundo, a fin de soportar con más serenidad el horror de que han de ser especiares. Tómese una vela bendita del día de la Candelaria, la imagen de Nuestro Señor, agua bendita y el incensario. Se acerca al lugar en donde dicen que aparece el espíritu recitando los salmos penitenciales y el evangelio de san Juan, se arrodillan, y con voz tan humilde como fervorosa se pronuncia la sirviente oración.
“Señor mío Jesucristo, que estáis en todos los secretos; que siempre concedéis a estos miseros pecadores las cosas que por vuestra dina bondad creéis serle provechosas, y que habeis permitido que un espíritu aparezca en estos lugares, suplicamos humildemente a nuestra benigna misericordia y poder infinito, por lo que padecisteis al expirar en la cruz, rira salvar al pecador, por vuestra preciosa sangre, que tengáis a bien mandarle que sin herir ni asustar a ninguno de los presentes manifieste a vuestros fieles servidores quien es, porque ha venido, y que pide, a fin de que con más razón podáis vos ser venerado por vuestros fieles subditos. En nombre del padre, del Hijo, y del Espíritu-Santo, Amén Jesus .
Siguen después las preguntas. “Rogárnoste en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que nos digas ¿quién eres? ¿de dónde vienes? ¿qué
quieres? ¿a quién deseas hablar? ¿cuántas misas. ayunos, limosnas, etc., exiges?” El espíritu acostumbra a responder excepto en las cues-
tiones que cree fuera del caso.
Esta especie de exorcismos no sirven mis que para los aparecidos y los espíritus de buen agüero; los demonios son gente más difícil de
tratar; y aquellos que hacían su danza nocturna en la imprenta de Lahart (Véase espíritus )daban de mojicones a los exorcisias capuchinos con menos miramiento que hubiera podido hacerlo un maestro de escuela con sus chiquillos.
Se atribuye a san Cipriano, obispo de Cartago, el modo de conjurar los cuatro diablos más principales. Exige muchas ceremonias, continuadas plegarias, fumigaciones de azufre. Las oraciones se hacen en el ritual.
Conjurando a un pobre hombre que tenía la desgracia de estar poseído, mostrábase el ángel rebelde muy pertinaz, y ni los oremus,ni el agua bendita, ni los exorcismos le decidían a alejarse.
No obstante, el fraile que hábilmente le atormentaba, no perdió las esperanzas, y al cabo de constantes esfuerzos viose el reprobo obligado a desalojar suplicando como por última gracia, que le permitiesen al menos entrar segunda vez en el cuerpo del paciente para castigarle de ciertos desacatos cometidos recientemente. Muy razonable era esta demanda, y él minisro del altar que apreciaba los buenos modales, y que nada negaba cuando se lo pedían cortesmente, continuó desde luego en las piadosas intenciones del espíritu, regocijándose interior y caritativamente de poder dar una leccioncita al paciente; pero sólo accedió con la condición de que había de introducirse por el trasero. Temblando el paciente fue a sentarse al momento en la pila del agua bendita, y apoderándose del hisopo exclamó: “Entra ahora si te atreves; pariente de Judas; ya te preparo el pago” de modo que no pu-diendo salirse el diablo con la suya se retiró murmurando.